Eres revelación del mediodía,
el viento donde nadan los cipreses,
eres las doce en punto entre las mieses,
la que se untaba el pan con poesía.
Cuando tú pasas descorren las cortinas,
suben hasta los cielos las persianas,
duran minuto y medio las mañanas
y pega el sol de lleno en cada esquina.
Cuando pasas, se ponen tan risueñas
las estatuas del parque que echan besos
las fuentes en vez de agua y es por eso
que sólo entregan niñas las cigüeñas.
Donde tú pisas brotan alelíes,
te siguen desfilando las hormigas,
míralas trepar a las espigas
para verte mejor cuando te ríes.
Eres la niña que explotó pimpante
como una palomita de maíz,
quien vio el milagro descubrió feliz
el viaje del carbón hasta el diamante.
Te doy las gracias por pasar enfrente,
por decir sí y no con la melena,
por haber acuñado tu veintena
con esa anatomía comburente.
Te doy las gracias porque me recreo
en la visión dinámica y estética
de la forma que tienes geométrica
que dibuja la paz y el bombardeo.
Yo te siento pasar más que te veo,
me suenan las trompetas a tu vista
pues me hago de tu cuerpo excursionista,
te mido, te calibro, te olfateo.
Y dejas una estela cuando pasas
de espuma de mujer y de marfiles,
de sol que te circunda los perfiles
y de hombres quemándose en tus brasas.
Tomás Galindo ©