La rosa blanca que plantó el poeta
se supo viva, única, preciosa,
y no se conformó con ser la rosa
que ve pasar la vida en su maceta.
El poeta le dijo estate quieta
porque yo te hice flor, no mariposa,
que tú eres la belleza que reposa
y la quietud te enmarca y te completa.
Y fue la bella que reinó un momento
un asombro de gracia y hermosura.
Luego se marchitó. Con un lamento
se desmontó su linda arquitectura
y sin mostrar ningún remordimiento
el poeta la echó, sin más, a la basura.
T.Galindo ©