Mi mujer me mandó a freir espárragos, y allí que me fui yo con mi atado de espárragos trigueros, qué ricos, a freirlos para hacer un revuelto con huevo, que nos gustan mucho. Me salieron estupendos, uno tiene buena mano con la cocina, pero resulta que tenían efectos secundarios. De pronto me acometió una duda existencial que hice patente pregunándole:
-Cariño ¿quiénes somos, a dónde vamos, de dónde venimos?
Y ella, se ve que presa también de angustia vital me contestó.
-Yo sólo sé que no sé nada.
-Pero yo pienso, luego existo.
-Conócete a ti mismo.
-¡Ten el valor de servirte de tu propio entendimiento!
-Qué absurdo es todo esto, y no habiendo una finalidad, un sentido inmanente a la vida, sólo queda postular la libertad como el eje sobre el que se ha de articular la existencia humana.
-¡Eso, mens sana in córpore sano!
De repente fuimos conscientes de que algo grave nos estaba pasando.
-¿Qué te pasa, por qué tienes en la mano la «Crítica de la razón pura»
-¿Y tú dónde vas con «El espectador» de Ortega?
Y exclamamos al unísono.
-¡Oh, cielos, qué nos sucede!
-Esto tiene que ser algo que hemos comido.
-Pues como no sean los espárragos.
Fuimos rápidamente a ver los espárragos y entonces lo comprendimos todo ¡nos habíamos comido los espárragos filosóficos!
-Con razón nos tienen que sentar mal
-Y suerte tendremos si no nos dan vómitos, diarreas o un cólico.
-Mira que te digo que hay que mirar bien las etiquetas, las fechas de caducidad, los ingredientes… que no le echan más que porquerías a lo que comemos.
-Anda que unos espárragos filosóficos, cómo van a sentar bien, a quién se le ocurre.
-La filosofía sirve para entristecer…
-…como dijo Nietzsche.
Dí la verdad, estaban riquísimos… y quien no sepa cómo freir espárragos para enamorar a su pareja que te consulte.
Normal que os sintiéseis mal. ¿A quién se le ocurre comerse un Platón de espárragos?
Pues por si las moscas , que callar es bueno, para cuando yo vaya a tu mesa de nuevo: Ten espárragos de lata!!