Invento prodigioso,
pólvora del alma,
oh, enemigo en calma,
relámpago en reposo,
me hieres con dulzura
y sin querer me matas,
me atas y me desatas,
me enfermas y me curas.
Amor, que no me das reposo,
que todo en mí es zozobra,
amor que en mí constante obra
de amo caprichoso.
Y yo no me rebelo,
pues siento que la brida
que sujeta mi vida
no encadena mi vuelo
sino que me da alas,
y que me mueve a escalas
que nunca hube soñado.
Amor, que me has dejado
colgando de un hilo,
con miedo de caerme,
para luego saberme
que el hilo en el que oscilo
no es hilo, que es cadena.
Que en amor el acero
parece algo ligero
y el granito… arena.
Amor, que aquí me tienes
como una nube ¡firme!
decidido a asirme
al vals de tus vaivenes.
Amor, que aquí te aguardo
como a la primavera
espera la primera
flor del nardo.
Amor, que aquí te espero
como espera la novia del soldado
que vuelva de oficial primero,
que no regrese luego derrotado,
para al fin esperar… que llegue entero.
Invento prodigioso,
pólvora del alma,
oh, martirio sin palma
oh, gozo misterioso
que el latido acelera,
principio radiactivo
que en alegre explosivo
consigue que me muera.
Confusión que me guía,
timonel que es veleta,
estatua que anda inquieta
la vía del tranvía.
Cómo tú, que eres pompa
de jabón en el viento
das a mi vida asiento
sin dejar que se rompa.
Cómo, asombrosamente,
del aire y de la espuma
consigues que la suma
en el alma cimiente
y el alma eche raíces,
que el abrazo abone,
y el beso proporcione
sus frutos más felices.
Amor, ruleta rusa,
esa suerte confusa
que nunca sale bien,
pues ganas cuando fallas
y si aciertas te hallas
volándote la sien.
Tomás Galindo ©