Ayer le di una lección a mi hija, no todos los padres podrían decir lo mismo. Tiene diez años y un millón de preguntas capaces de atropellarme. Los años y las preguntas. Se las contesto con más voluntad que pericia, cuando las sé, o intuyo, o por lo menos le doy mi versión y siento muchísima vergüenza cuando no, porque, aunque me mire como diciendo “pobre papá qué esfuerzos haceâ€, a mí me parece haber perdido capa y espada y yo mismo haber caído del brioso corcel. Pero ayer me hizo una que me dejó más perplejo aún:
-¿Y por qué tú no me haces preguntas a mí? -dijo desde sus diez años sabios.
Es evidente que no hay razón alguna, por qué no hacerles preguntas a los niños. Es estupendo, y le hice la primera:
-¿Y tú qué crees que hace falta en este mundo?
Sopló, y fue contundente:
-Hace falta cariño alegría trabajo libertad y sobre todo amor.
-Te dejas lo principal -niña- ajá, te atrapé.
-¿Ah sí, y qué es?
-Lo que más falta hace en el mundo son niños que hagan muchísimas preguntas.
Me dio un beso en el brazo y dijo:
-Qué papá tan bueno.
Y con estas y otras disquisiciones filosóficas se me acabó haciendo mayor.
y lo peor es que los muy desgraciados no te avisan, y crecen tan irrespetuosamente en un segundo
Yo de pequeña solía hacer preguntas sobre la muerte y los muertos. Qué cosas.
Un saludo.
¿En serio te dije esoá? pero que cursiiii y repelente!
Por cierto, qué mona que estoy en la foto, eh? ti amo papi
XDDD
Jo, si nuestros padres supieran lo que los queremos cuando se hacen viejitos, digo, maduritos… lástima que cuando no los aguantamos ni siquiera podemos imaginar que llegue este momento. Por cierto, el misterio de la raposa se va a desvelar o quéáá, hala pues!.