apriétame la mano, yo te dije,
volvías de la vida y de la noche
desasida, flotante, ennubecida,
como carreta que va perdiendo carga
dejando atrás un rastro de minutos,
pesando cada vez un poco menos,
y en esa levedad que da al vacío
al absoluto cero de los astros,
te disolvías como un azucarillo,
apriétame la mano, te ofrecía,
súbete al tren en marcha decidida,
nunca más esperar en los andenes
bajo un reloj parado contemplando
cómo los besos son siempre despedida,
y llorar y llorar y los adioses,
no poder comenzar porque no acabas
nunca de abandonar los equipajes,
la impedimenta, fotos, los diarios,
apriétame la mano, deja el luto,
las lágrimas en los escaparates,
los paquetes de cartas, las promesas,
las flores secas en los libros mudos,
los muertos en su armario, las banderas
que nunca mueve el viento en la derrota,
apriétame la mano, esta que lleva
tu colorido pañuelo en la muñeca
para no parecer un clavo ardiendo
T. Galindo ®