El nefando crimen de las mandarinas.

Expdte. G-2332/2003 Indagaciones preliminares. Homicidio en la persona de Paví­a Huéscar, Ginés. Autora Céspedes Cantano, Dulcidia, esposa de la ví­ctima.

Informe de los Agentes de la Policí­a Municipal C691 y H654 de patrulla en el coche Z-32.

Personados los agentes C691 y H654 en el domicilio conyugal de los citados, tras haber recibido llamada telefónica del vecino de planta de los mismos Ávarez Matute, Cosme, alertado por unas voces primero de pelea y luego de duelo en el piso frontero al suyo. Este vecino nos informa de que aproximadamente a las once de la noche, encontrándose dormido, es despertado por ruido de gritos procedentes de la casa de los vecinos, entre estos gritos dice destaca la voz de Dulcidia C.C. quien profiere amenazas a su marido de diversa hí­ndole clase, entre ellas distingue las siguientes: «Hijoputa te voy a arrancar los huevos», «Cabrón esta me la vas a pagar, os mato a ti y a esa pelángana» (desconociendo los agentes y el vecino el significado de «pelángana», reflejamos aquí­ la palabra tal como parece sonar por si fuera de relevancia para el esclarecimiento de los hechos), «Te voy a meter las putas mandarinas por el culo y a esa por el coño», «A esa traidora le voy a sacar los ojos y a ti, a ti te mato primero» «Cabrón», «Hijo de siete leches», etc, y otras de la misma hí­ndole clase. Que del mismo modo, dice el vecino Cosme A.M. oí­a replicar a la ví­ctima con voz ahogada y apenas ahudible «No es lo que tu te piensas Dulci», «Te juro que no ha pasado nada», y que después oyó un golpe violento, como cuando se rompe un cántaro, pero más fuerte, y un silencio, y que después la vecina Dulcidia C.C. se puso a llorar y a gritar «Hay Dios mí­o que lo he matado», a continuación y siguiendo llorando «Haora voy a por tí­ perra, haora voy y te rajo como a éste» y que entonces, asustado, llamó al 092 dando parte.
Llamámos a la puerta de los actores, 3º Dcha, de donde se puede oí­r un sollozo entrecortado, identificándonos como Agentes de Policí­a, y nos abre la propia Dulcidia C.C. en bata y llorando, al tiempo que nos presenta las manos y nos pide que la llevemos presa diciéndonos que ha matado a su marido, y que la sujetemos o va ha matar también a una mujer a la que denomina «esa guarra», y que posteriormente identificaremos como Engracia Cespedes Pujalte, prima de la autora. La requerimos para que nos muestre el paradero de su marido y nos conduce al dormitorio conyugal donde hayamos a la ví­ctima, este está tendido en el suelo al pie de la cama, en posición de «decúbito prono», con la rodilla izquierda doblada y el pie izquierdo sobre la cama, comprobamos que efectivamente parece muerto y llamamos al Sr. Juez y al Grupo de Homicidios, sin más tocar ni alterar el escenario del crí­men.

Continuar leyendo «El nefando crimen de las mandarinas.»

Una postura

Hoy he venido aquí, serenamente,
a decir que me voy, que nunca estuve,
que habité de verdad en una nube
y miraba hacia abajo indiferente.

Que nunca me importó nada la gente,
de su bien y su mal siempre me abstuve,
desde allí arriba yo me vi querube,
inmune a sus asuntos, diferente.

Donde todos buscaban compañía
yo solo vi rebaño o vi jauría.
Nunca lloré si decretaban llanto,
nunca reí cuando la multitud reía.
Pero si nunca le encontré el encanto…
¿por qué al marcharme lo lamento tanto?

T. Galindo ©

Cosas del oficio

Voy por la calle regalando rosas.
Les canto a las ancianas dulcemente,
las beso en las mejillas y consigo
que me crean el hijo que no viene
desde hace ya tres meses de visita.
Voy por la calle pisoteando charcos,
brinco, chapoteo, salpico,
me toman por un loco, pero ríen
porque tienen ganas de lo mismo,
su oficio se lo impide, son carteros,
conductores del bus, oficinistas,
pero el mío permite los excesos.
Siempre digo a las ciegas que están guapas,
a los gordos que tienen mejor tipo,
a los viejos lo bien que los encuentro,
a las madres con niños lo bien que se les crían,
a las viudas que miren para sí, porque la vida
se vive hacia adelante.
Voy por la calle regalando frases:
Así se baja un toldo, Federico,
como si dieras cuerda a la fortuna.
Así se riega bien una maceta, doña Carmen,
de anochecida, que beban los geranios
y no haya que ducharse el transeúnte.
Así tienen que oler a limpio los zaguanes
y brillar como un oro, Catalina.
Y le rasco a Linda la peluda frente
y quito una flor mustia del arriate;
me fijo en ciertas prendas que hay tendidas
donde la solterona del tercero,
pienso que ya era hora y que me alegro.
Voy por la calle silbando, aunque bajito,
llevo mi propia música conmigo
de fondo de frenazos y bocinas
y de bullangas y de griteríos.
Voy por la calle regalando embrujos,
le echo el mal de ojo a ese que vende
lo que no hay en estancos ni farmacias;
a ese que su mujer siempre va triste
le lleno de alfileres un muñeco;
el diablo y yo tenemos la partida a medias,
un día gana él y otro yo pierdo,
pero no la esperanza y eso le irrita,
me la quiere quitar… pero resisto,
va para largo el juego.
Son cosas del oficio,
voy por la calle regalando holas,
adioses, hastaluegos, ayer te vi pasar,
qué bien te sienta el pelo recogido en coleta,
me alegro de saber que has aprobado,
he ido al hospital y ya mejora pero
va para largo el juego.
Voy por la calle regalando cosas,
pañuelos de papel a la vecina
globos para los gemelos,
uno para cada uno y no discuten;
pipas para las niñas ¡no las escupáis al suelo!
Voy por la calle regalando rosas,
me pregunto si no sería mejor ir regalando
(mejor para la humanidad, me refiero)
ir regalando balazos en la nuca,
sabiamente escogidos, me pregunto,
y luego me contesto: son cosas del oficio
este que tengo.

  T. Galindo ©

Nana para hacer cosquillas

Las niñas son de nata,
los niños de limón,
les gusta columpiarse
pero de dos en dos
y también hacer pompas
con agua y con jabón.
Los niños y las niñas
parecen una flor
que dejó la maceta
para jugar mejor
y gritan, saltan, corren
sin parar el motor
y si los tocas notas
en su pecho un tambor.
Los niños son de agua,
las niñas son de brisa,
están llenos de conchas,
encajes y de risas,
y tienen los bracitos
repletos de cosquillas.
Tienen los ojos grandes,
abiertos y redondos
de mirar que se escapan
hasta el cielo los globos.
Los niños son de fruta,
las niñas de pastel,
tienen algo en el cuello
que hace que huelan bien,
parecen de cereza
de suave que es su piel
y sus mamás les comen
a besitos los pies.

T.Galindo ©