La vida alrededor

La vida alrededor, los árboles, las nubes,
los huéspedes inquietos del agua y de la flor,
la vida derramada en noches somnolientas
en luces de neón.
El agua de la acequia le canta su canción
a la tarde que plácida se apaga en un rincón
de mi memoria. Dulce insomnio el que lleno
de juncos y licor.
Alrededor el verde contaba hasta un millón,
un verde de persianas embebidas de sol,
el verde de las parras, las voladizas hadas
del diente de león,
de unos ojos mirando en una deflagración
de aceite, en la pronunciación
del verde en las llanuras, y en las arquitecturas
del mínimo piñón.
Y la vida amasaba la noche y el farol,
la niña con la comba, la vieja en el balcón,
el asiento a la fresca, los hombres que enhebraban
el hilo del porrón.
Y una callada noche desconocida hoy
de buhos y polillas y del grillo cantor
enmarcando el silencio o subrayándolo
para oírlo mejor.
Son hojas de un cuaderno y de un sauce llorón,
bajo el que una muchacha lee versos de amor.
Atardece. Está todo tan limpio.
En el aire un olor
a jardines de otoño, para siempre quedó
mudo en aquella estampa. Recuerdo que llovió
y la hierba cortada, y los pasos que dimos
presurosos los dos.
Era todo tan nuevo, bordado con primor
dibujaba el paisaje en trazo seductor,
niñas enamoradas de blusas empapadas
y un halo de rubor.
Los zapatos, camisa, chaqueta y el reloj,
las abejas, el trigo, el vuelo del gorrión,
un zumbido de abejas. Lo que se enmudeció
reverbera en los sueños, prístino consuelo
de otro tiempo y despierta, en la calle desierta,
el ruido de un motor.
La vida es el cadáver del niño que te mira
al fondo de un cajón, en una desvahída
foto de escolares al sol.
La vida es esa cosa alrededor que intentas
agarrar y es sombra, aire, dolor.
La vida es ese sueño que te dice que no.
Una niña a lo lejos diciendo adiós, adiós.
Tomás Galindo ©

Breve introducción al pensamiento chispúndico.

Antes había filosofía. Filósofos… gente que hablaba de temas trascendentes razonando, discutiendo, escuchando. Ahora hay una invasión de frases tan bonitas como intrascendentes. Cada vez que leo una, cualquiera, se me ocurren cuatro objeciones que ponerle. ¡Lo que me cuesta refrenarme! Pobres Neruda, Tagore, Benedetti, Sócrates, Kipling, Borges, y todos esos pensadores que os habéis convertido en frases sin contexto soltadas como un pedo en un ascensor, sin la compañía de su exposición, de su lógica y de su enseñanza. Un día temo ver a la gente por la calle con papelitos de esos que se pegan adheridos a la frente, a la camisa, a las mejillas, a las manos, llenos de frases inteligentes como diciendo a los demás: ¡Mira, yo pienso!

El refranero popular ha dejado paso al postit filosófico y el argumento ha devenido en eslogan, primando la vistosidad de lo dicho sobre su enseñanza. Cada uno de estos pensamientos parece querer ser premiado por quien lo lee con un: ¡Toma, qué verdad más gorda, y yo sin haberlo pensado! Pero si realmente te detienes a meditarlo sólo ves lo mismo que has visto mil veces, escrito de otra forma. Escrito prêt à porter. Lo peor es que uno pone una frase de estas en su vida (llamemos vida a lo que sacas en feisbuc o tuiter o en tu blog), y nadie se lo contesta, ni a favor ni en contra; sino que te sacuden otra estampita con un bebé, o un perrito oliendo una flor, o una parejita abrazándose y… ¡otro pensamiento etico-pictórico-moral al canto como respuesta! ¡Mira, yo también pienso! (O sé dónde están las webs de pensamientos lindos para enlazar a mi blog). Y cómo puede ser pernicioso un pensamiento con un perrito oliendo una flor…

La filosofía que no suscita discusión suscita mis sospechas. La filosofía por elección simple también. Ir a la tienda de filosofía, leer mil pensamientos y escoger cuatro y llevártelos (no, no me los envuelva, me los llevo puestos) es malo. Uno puede elegir una forma de pensar, pero también está eligiendo una forma de no pensar. Y si eliges el pensamiento «A», tienes la obligación moral de contestar al erróneo y contrario pensamiento «B» y no dejarlo en la estantería con un simple mohín. En la tienda de la filosofía se escoge todo, lo que te gusta y lo que no te gusta, y todo te lo tienes que llevar a casa, para practicarlo y enseñarlo, por bueno; o para combatirlo y denostarlo por malo y perjudicial para los demás. A eso se le solía denominar carácter. Y es que hay filosofía buena y mala, pero no inocua.

Una variante tanto más peligrosa consiste en esas poesías medianas o largas sobre la vida, llenas de enseñanzas benévolas, que acaban con la firma de alguno de los anteriormente citados. Los incautos las leen y se dicen, oh, qué gran poetifilósofo era este señor, qué prócer. Uno (o sea, yo) lee el poemón de marras y observa que Borges ni borracho hilaría tanta mamarrachada ni tanto desastre gramático; o que algunas palabras y conceptos no existían en tiempos de Sócrates o Kipling. Y es que algún desaprensivo, o simplemente memo, ha leído el poemón, extraído de un libro de esos de autoayuda, o de un calendario de esas brumosas iglesias yanquis de largos nombres (o de una canción de un roquero estupefacto), y se ha dicho: «Esto tan inteligente y que me clarifica tanto la vida me suena que lo ha tenido que escribir Neruda, que es ese poeta tan bueno que lo cantan los chalchaleros en eso de abre la muralla, cierra la muralla» Y zas, lo suelta en su feisbuc con la firma de Tagore. ¿O igual era Benedetti? Bueno, ahora no lo voy a borrar…
Fea acción.
Pero ¿es más feo dejar pasar el poemón abstruso, el agudo sofisma, la mentira vestida de Prada sin ponerle peros, o responder al amigo número 183 de la lista que su poema no es de quien dice y que no es un poema, sino una sarta de obviedades mal hiladas y de dudosa consistencia lógica? Tu bi or no tu bi.

Pensar, lo que se dice pensar, cada día se hace más cuesta arriba, en cambio lo chispúndico arrasa.

No piense, nosotros se lo damos hecho y sólo tiene que escoger.

Una voce poco fa

Lo cual que estaba yo cotorreando por yutub buscando una zarzuela para lo del programa de radio, y me salió por ahí Kraus, y no sé cómo de Kraus pasé a Irina Garanca porque vi que cantaba «Una voce poco fa», que es una de mis arias favoritas y ya pues me la oí de cabo a rabo. A la derecha aparecían otras versiones, la de la Tebaldi, la de la Callas, y empecé a ir comparando y saltando a otras piezas, la barcarola que también y tan bien canta Garanca con Netrebko, y seguían saliendo piezas a la derecha, la Reina de la Noche con Damrau, el Nessun Dorma de Pavarotti, La Donna è Mobile de Kraus… creo que me quedé como un tonto de baba oyendo Bella Figlia dell’Amore, y no sé cuándo empezaron a caerme lagrimones. Una voce molto fa.