Punto de lectura

Sólo es una preguntita, ya diré el por qué de la misma un dí­a de estos, pero ¿tú que utilizas para saber por qué página de un libro vas cuando lo cierrras? ¿Usas un bonito punto de lectura? ¿Doblas la esquinita de la hoja? ¿Metes entre las páginas un papel? Los hay que usan el propio forro del libro, sacando la solapa y metiéndolo entre las hojas. Los hay que dejan el libro abierto boca abajo, como si tal cosa. Otros ponen el bolí­grafo, una horquilla, o la hoja de propaganda que nos ha buzoneado el restaurante «La Glan Mulalla».
¿Y tú?

Zen

Estaba el maestro zen Marsupilami Brhamalapancha oyendo el piar de los pájaros,
a la sombra de una morera y meditando sobre la vida tras de la vida.
Entonces miró hacia arriba y divisó unos gusanos de seda alimentándose de las hojas de la morera.
El maestro bendijo al gusano de seda con estas palabras:
Oh, tú, el más humilde de los hermanos vivos.
Tú que en tu mansedumbre contienes el misterio de la belleza.
Tú que mueres para darnos las finas sedas de colores con las que cubirnos y adornar nuestros cuerpos.
Tú, humide gusano, eres en realidad nuestro maestro, ya que trabajas para que otros se beneficien de tu muerte.
En esto que uno de esos gusanos cayó sobre el cuenco de arroz bashmati con verduras que estaba comiendo,
y el maestro zen Marsupilami Brhamalapancha exclamó
¡Mecagüen la madre que te parió, bicho de mierda, que me has jodido la comida! Y se fue a un MacDonalds.

Moraleja, no te fí­es de los filósofos, que algunos tienen un cuajo…
FhilosophOz.
Tomás Galindo ©

Romance del niño dulce



beatí­fica mirada
el niño dulce tení­a
tiernas mejillas rosadas
con el candor de las lilas
rondaban tristes las horas
la soledad de su esquina
su madre barre la acera
y riega las clavelinas
comadrean a su vera
indiferentes vecinas
y agradece un caramelo
con una expresión bovina
es que está pero no existe
en su solana tranquila
y completamente sordos
los geranios ni le miran
y siempre anclado en su calle
en su acera y en su silla
es que está como varado
en la arena de la vida
como si fuera ilegal
tener en la cara lilas
que no encuentra hueco aquí­
su pureza clandestina
encendieron las farolas
luciérnagas bailarinas
los perros bajan el rabo
y se ladran con sordina
largos aullidos de noche
roncos gruñidos de dí­a
ya se ha puesto luto el sol
ya da la sombra en la esquina
ya se ha enturbiado la cal
los geranios y las lilas
el niño dulce se fue
su sillita está vací­a
en el corro de las viejas
mastican avemarí­as
bailan dentro de sus bocas
las dentaduras postizas
los angelitos al cielo
y suspiran y suspiran
y huelen llanto de madre
los perros por las esquinas

hijo de mi vientre amargo
de mis lágrimas salinas
hijo que todas las noches
agrios insomnios me hilas
de aquí­ a la luna he andado
de la luna aquí­ he venido
caminando caminando
por esos sueños perdidos
hijo que todas las madres
han soñado que han tenido
para despertarse luego
con un sollozo de alivio
yo te parí­ te parí­
imperfecto pero mí­o
con esos ojos tan grandes
que piden amor a rí­os
la boquita de juguete
que busca mi pezón tibio
y esas manitas glotonas
que hacen de mi pecho un nido
con zureos de palomo
que alborota sorprendido
dulce prueba de mi vida
dulce dolor de mi sino
no necesito razones
para querer a mi hijo

madre si me vieras madre
volar tras las golondrinas
correr por el arco iris
vestirme con tu sonrisa
madre si me vieras madre
en las fuentes de la brisa
jugar a la rueda rueda
con ángeles de alas finas
madre si me vieras madre
cuando me escapo a mi esquina
a mirar por tu ventana
y ver cómo te arrodillas
pero madre no me ves
tirando de tu camisa
pero madre no me notas
cuando te hago mil caricias
cuando te beso la frente
cuando me bebo tus lágrimas
y en tu pelo largo liso
voy a prender margaritas
madre si me vieras madre
cuando tú ya estás dormida
irme despacio despacio
alejarme de puntillas
y decirte hasta mañana
madre si vieras los dí­as
que pasaremos los dos
cuando vengas aquí­ arriba
qué travesuras haremos
resbalar por las cornisas
correr a la pata coja
por el cable del tranví­a
y marcharnos de la mano
a por rosas amarillas
Tomás Galindo ©

La solución a la crisis energética

Menos mal que algunos pensamos con la cabecita y hallamos soluciones originales para mayúsculos problemas, como el del enunciado, la lástima es que los gobiernos no me vayan a oí­r, porque están comprados por las multinacionales de la cosa petrolera. O sea: no me van a hacer caso, porque oí­rme, vaya si me van a oí­r…
Pues que tengo el método para ahorrar entre un 20 y un 30% de nuestra factura del gas y la electricidad, y no sólo eso, sino que además ese ahorro llevarí­a añadido el beneficio de una ganancia en la salud de los españoles ¡todo son ventajas!
Tanta gente que va a gimnasios de fitness, tantos que pedalean en bicis estáticas en casa, tantos de corren o pasean por cintas en su saloncito… ¡y toda esa energí­a se desperdicia! No, eso no puede ser, la sociedad no puede permanecer impasible, en estos tiempos agitados, ante tamaño desperdicio de calorí­as.
Mi propuesta es dotar a todos esos aparatos de correr, de bicicletear, de levantar pesas, de hacer abdominales, de unas simples correas tractoras que impulsen dinamos en sus edificios y vayan acumulando energí­a eléctrica. Con muy poca inversión, y una tecnologí­a que está hace tiempo a nuestra disposición ganarí­amos ingentes cantidades de kilowatios y, encima, con un efecto beneficioso sobre nuestra salud.
¡A qué esperamos! Yo me voy a poner ya mismo una cinta de caminar para enchufar la máquina de afeitar, el exprimidor y la tele.
Lo siguiente será ir a lugares como cuarteles, cárceles, conventos, internados y otros donde haya dormitorios comunales y poner un recogedor de metano. Por lo mismo.