Que el músculo que no se ejercita se atrofia es cosa bien sabida, pero no sólo los músculos físicos cascan con el desuso, sino también los mentales. En la oficina una vez me puse a recitar y alcancé setecientas y pico cuentas de clientes, con su código, los quinientos números de teléfono más usados, y fui capaz de identificar por su dni doscientos clientes. El caso es que desde que hay teléfonos móviles no recuerdo ni un número. ¡Claro, para llamar a mi mujer ya no tengo que poner un número, pincho donde dice Manu y ya está! ¡El chisme moderno nos priva del ejercicio mnemotécnico!
Los niños en la escuela se resisten a aprender cálculo ¿para qué, si se hace tan fácilmente con una calculadora? Cada vez necesitamos recordar menos cosas, tenemos agendas electrónicas que nos dicen los cumpleaños, calculadoras que nos calculan las hipotecas (no necesitas ni saber la regla del interés simple), llamamos por teléfono marcando cosas como «movil mama», mandamos correos electrónicos mirando la agenda de contactos… pero se nos atrofia la cosa esa… cómo se llama… eso de que piensas algo y se te enciende una bombillica y te acuerdas…
En fin, que hay un invento que todavía no ha llegado, y claro, lo he tenido que hacer yo con estas manitas, porque ya estaba bien de no saber dónde tenemos los coches. Claro, cada día aparcándolos en este barrio que aunque sean cuatro calles te vuelves loco dando vueltas, y luego no sabes si lo has dejado delante de la farmacia o eso fue ayer… ¿o anteayer?
Así que lo solucioné con este nuevo invento, el aparcadespistógrafo, que, como veis, es tan fácil de usar. Se pega en la nevera y sólo hay que cambiar un imancito de sitio y ¡vualá! ya sabes dónde coño dejó ayer el coche mi marido.
Creo recordar vagamente que había algún otro músculo también muy dañado por el desuso…