Oficios de ayer


Máquina de coger puntos a las medias, para arreglar las carreras y los enganchones.

Amodorrado en la cama me ha dado por pensar en la blandura del colchón de látex tan cómodo que tenemos, y tan limpio y aséptico y enemigo de ácaros y demás bichos, y por contraposición, he recordado cuando mi abuela llamaba al colchonero, un par de veces al año, para varear la lana de los colchones, descoserlos, airearlos, y mullirlos. ¡Y nos parecí­an en summun de la comodidad! Y tras el desaparecido oficio de colchonero me han ido saliendo otros que veí­a en mi infancia y que, afortunadamente, fueron pasando a la historia con más pena que gloria. Requiescat, gorigori y tal para ellos.

El colchonero
Vení­a una o dos veces al año, solí­an ir por parejas y ser mozos fornidos que voceaban su oficio por las calles. Cuando las mujeres les llamaban y concertaban un precio, extendí­an unas mantas cuarteleras sobre el suelo, y en ellas extendí­an uno a uno los colchones. Cogí­an un colchón, lo descosí­an, extendí­an la lana y la vareaban con largas varas de fresno hasta que se mullí­a y ahuecaba. Luego volví­an a coser el colchón, poní­an la mano y hale, hasta la primavera próxima.

El trapero
Andaba por las calles llevando a mano, o con una bicicleta, un remolque en el que iba amontonando trapos viejos que compraba de casa en casa.
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Jueves juevete

A Felipe de Borbón,
el futuro rey de España,
El Jueves le mete caña
con un chiste facilón.
Pero lo echan en la tele
y se entera el juez Del Olmo
y exclama: -¡Esto es el colmo,
a la trena los papeles!
El Jueves lo leen cuatro
pero con este teatro
no hay quien se lo haya perdido,
eso es tener mala pata,
al señor juez le ha salido
el tiro por la culata.
Seguro que en La Zarzuela
don Felipe y su Letizia
no querí­an ser noticia
de esas de la vieja escuela:
-Si pasa algo así­ otra vez…
que no nos ayude el juez.
Tomás Galindo ©

Culo

Son estas nalgas tuyas tan seráficas
como vibrantes hélitros carnosas,
alas de delicadas mariposas
que van revoloteando melí­ficas.
Menos mal que la carne ganó al arte
y fundiose en tal culo tu belleza,
tan muelle asiento y de tan buena pieza,
que se pudiera verte y alabarte.
Guárdeme dios de aquel culo de estatua
que sea de marfil o alabastrino,
y yo me guardaré el tuyo anforino,
que es bien real y no de imagen fatua.
Que yo me pierdo por tu culo humano,
músculo exacto y bello cual ninguno
(que un bien esté cercano es oportuno
y a poder ser que caiga bien a mano)
Otro dí­a te digo lo que siento;
a qué involucra mi espí­ritu elevado;
cómo se ha sutilmente extasiado
la poesí­a de mi pensamiento;
mas, por ahora, te celebro entera
en cuerpo y alma toda tú incluida,
y en tu cuerpo un culo que es para mi vida
prenda amorosa que me desespera.
Tomás Galindo ©

Mis siete maravillas

Aquello de las siete maravillas procede de la antigüedad clásica (cómo me gustan las palabras con güe…) y no era algo elegido democráticamente, no, sino algo que habí­a nacido de forma espontánea, siete maravillas que eran siete verdades absolutas como los evangelios, el teorema de Pitágoras y el valor del euro. Creo recordar que correspondí­an a siete grandes, o bellas, o ambas cosas, construcciones, a saber: El templo de Diana en í‰feso, queda una ruina; las pirámides en Egipto, es la que mejor nos ha llegado; los jardines colgantes en Babilonia, que aún queda algún ladrillico y los irakí­es se los venden a precio de oro a los marines yanquis; la estatua de Zeus en Olympia, del mismí­simo Fidias, tallada en marfil y fundidos en oro, que se la ventilaron los cristianos fundamentalistas y sólo nos quedan descripciones y alguna imagen (mala) tomada en monedas antiguas, como esta de Alejandro; la torre iluminada de la isla de Pharos en Alejandrí­a, también sólo descripciones y alguna imagen en monedas; la estatua del Coloso en Rodas, que poní­a una pata en cada una de esas dos columnas y los barquichuelos entraban al puerto por debajo, también quedan descripciones y una moneda con la cara que tení­a el personaje; y la tumba de Mausolo en Halicarnaso, de la que tampoco quedan sino piedros y algún grabado descriptivo.

¿Por qué se toma como maravilla únicamente a los portentos de la arquitectura combinada con ingenierí­a o escultura? Seguramente porque los antiguos no veí­an casas grandes ni obras del hombre que tuvieran grandes dimensiones, se hací­an ellos mismos sus casillas y sufrí­an la de dios para que no se les cayera el tejado, y claro, esas magnas construcciones los dejaban con la boca abierta. A mí­ no me maravilla más una obra de arquitectura que un cuadro o una buena pelí­cula, esa es la verdad, y no veo por qué las pirámides sí­ son una maravilla y Rigoletto no. Tampoco veo tan maravillosa la Alhambra, a mí­ me gusta bastante más la mezquita de Córdoba.

Así­ que me he decidido a publicar urbi et orbi mi particular concepto de la maravilla. Estas son mis siete maravillas:

1ª  El camino llano

2ª  El asiento a la fresca

3ª  El café

4ª  El huevo frito

5ª  El libro

6ª  El vaquero

7ª  El chupete

¡Ay, qué agustito me he quedado!