Primer dí­a de playa

LagaTapiaElantxobe
Sale el dí­a con txirimiri, están los campos verdes y los cielos grises. Nos mojamos paseando por la playa de Laga y luego intentamos subir al cabo Ogoño, deteniéndonos a ver el paisaje, patos incluidos, para acabar bajando hasta Elantxobe.
DebaLekeitioLekeitio, Isla de San Nicolás
Se va abriendo el dí­a y vamos de Elantxobe a Deba y Lekeitio. Más llovizna y unas carreteras que serpentean por la costa arbolada con pequeños caserí­os y pueblos turí­sticos, como Mutriku y Ondárroa, donde no paramos porque hay demasiada gente para nuestro gusto (totalmente autista).
ZumaiaZumaiaZumaia
ZumaiaZumaia
Al final damos a parar en Zumaia, que no conocí­amos, y que nos sorprende y agrada mucho. Tiene este pueblo a un lado puerto y una larga rí­a acabada en un espolón. Comemos pescado a la brasa justo debajo del faro y luego cruzamos al otro lado de la rí­a para ir a la playa. Se acaba de abrir el dí­a y hace un sol que pica, dormimos una siesta al sol y nos mojamos los pies, el agua aún está frí­a para darnos un baño. Luego, de vuelta a casita.
El dí­a ha sido precioso y ha tenido lluvia, viento, sol, calor, y verde, mucho verde y azul.

Controlando

Ayer, al ir a comenzar la sesión de tarde, tras la comida, en el Congreso de los Diputados saltó la sorpresa al encontrarse sus señorí­as, a la entrada del hemiciclo, con un puesto de control de alcoholemia de la Guardia Civil.

-A ver, señorí­as, por aquí­, por favor, un momento – decí­a el cabo comandante del puesto – han de pasar ustedes un control de alcoholemia.

-¡Pero qué es esto, qué tonterí­a, qué disparate! – decí­an algunos diputados, conforme los guardias los iban poniendo en fila -.

-Señorí­as, por favor, guarden orden, enseguida acabamos – decí­a una guardia muy amable –

-¡Esto sólo puede ser una maniobra de la oposición para crisparnos! – decí­an los del gobierno -.

-¡Esto es un abuso de autoridad por parte del gobierno! – decí­an los de la oposición–.

-¡Precisamente hoy que han venido mis parientes de Cariñena…! – decí­a Labordeta -.

Uno de los guardias tuvo que explicarles que se limitaban a cumplir órdenes de Tráfico y del Consejo Superior de Deportes, que habí­an coordinado una serie de operaciones para controlar tanto la ingesta de alcohol, como las sustancias dopantes o estupefacientes que pudieran haber consumido los miembros del gobierno y los diputados y senadores. Y que lo próximo iba a ser hacerles análisis de orina y sangre por sorteo tras cada votación, y como den positivo se les retirará el voto y se les suspenderá ¡No nos vamos a poner severos con los ciclistas y en cambio dejar que nuestros gobernantes vayan colocaos!

-Disculpe, señor diputado, da su señorí­a dos rayas más de lo permitido, tendrá que retirarse o esperar aquí­ a que se le pase el efecto de alcohol, no puede entrar así­ al Congreso.

El diputado, abochornado, se esfumó por los pasillos.

-Claro, si es que van como van y luego votan lo que votan, qué vergüenza – apostillaron unas señoras de la tercera edad que habí­an ido con el Inserso de visita a las cortes, al ver aquello – ¡No poder conducir un coche y querer dirigir una nación, qué vergüenza!

Polí­tico

 

Polí­tico que con tu verbo nos aturdes,
prometes solución a tantas cosas
y en forma tan harto milagrosas
que te debes creer Virgen de Lourdes.
Ya teneis a la audiencia amodorrada
con tanto castigar nuestras orejas,
que oiros es oí­r rezos de viejas,
porque decir… decir, no decí­s nada.
Su sonrisa se prueba ante el espejo,
halla la que le va pintiparada,
desarruga un poco el entrecejo,
se la pega con cola en poco rato,
y cuando al cabo la tiene bien sujeta
aparece el señor con una jeta
de no haber en su vida roto un plato.
Y es que la publicidad,
esa ciencia del engaño,
consigue cualquier apaño,
dulcifica la maldad
y hace sabio al ignorante.
Así­ coloca a buen precio
desde un polí­tico necio
a cualquier desodorante.
Su imagen venden con tanta
desfachatez como tino,
y consiguen de un pollino
un polí­tico que encanta
por su grácil oratoria,
su apostura y simpatí­a,
cuando mejor estarí­a
dando vueltas a una noria.
Tanto insisten que algo queda,
que es eso lo que pretenden,
pues, al fin y al cabo, venden
monas vestidas de seda.
Cuando en la tele los ves tan arreglados,
tan pulcros, tan seriotes y tan bellos,
y que además parecen todos ellos
de esos que no se peden ni en privado,
yo pienso para mí­ todo contrito
que, o bien es verdad que son sinceros,
o que en vez de mirar un noticiero
estoy viendo el anuncio de un bonito.
Qué diarreas me dan cuando les veo
esas sonrisas hipócritas que ostentan
los que la vara del poder detentan,
que rezuman soberbia y cachondeo.
Qué espectáculo triste el de esta tierra
plagada de mendigos y parados,
de ciudades frí­as, de montes quemados,
de jóvenes viejos, de rí­os de mierda,
de pueblos sin agua, crí­os sin escuela,
cagadas de perro, pasotas, drogados,
calles sin un árbol, putas quinceañeras,
viejos sin sonrisa, barrios marginados,
niños delincuentes de mirada tierna.
Aun sabiendo lo cierto de los hechos,
siguiendo la costumbre, españolitos,
lejos de obrar os tocareis los pitos
quedando, tras cornudos, satisfechos.
Lo peor es que todo lo sabemos,
y a pesar de que no nos engañamos,
por el ojo sin niña nos pasamos
todo lo que hay que hacer, y que no hacemos
Tomás Galindo ®

Lo mí­o con Scarlett

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Sé que estás buena, Escarlata,
más que la Venus de Milo,
una chica con estilo,
una mirada que mata.
Qué palmito, qué espetera,
qué canalillo que luces.
Cómo negar que seduces
siendo mujer de bandera.
Mas no te hagas ilusiones,
lo nuestro no puede ser
son sabios los corazones.
Y ya puestos a escoger,
por un millón de razones
yo prefiero a mi mujer

Cámera Café


Quienes hemos pasado mucho, pero mucho tiempo en una oficina con máquina de café, sabemos hasta qué punto, si no las historias, sí­ al menos los personajes, son estereotipo de los que suelen realmente frecuentarlas. Mirando y mirando me dio por preguntarme con quién puede uno identificarse. ¿Y tú?