¡AL FÚRBO!
Ya está la gente expectante,
ya los pulsos se aceleran,
ya se agitan las banderas
y mil gargantas vibrantes
atruenan en los oídos.
Hay quien mastica una faria,
infartos de coronaria,
hay desmayos y vahídos
producto de la emoción,
pues no hay nada más bonito
que escuchar sonar el pito
y ver que rueda el balón. Continuar leyendo «¡AL FÚRBO!»
una mujer, varias mujeres
mujer con prisa
mujer rubia con lazo negro en el pelo
mujer de luto
mujer pintándose los labios con un espejito de bolsillo
mujer hablando al oído de otra mujer
grupo de mujeres cenando en una trattoría
mujer vieja pintarrajeada
mujer desnudándose
mujer desnudándose lentamente
mujer insomne oyendo llorar al hijo de alguna vecina
mujer conduciendo un auto
mujer del brazo de un soldado
él es su hijo
mujer con alfileres en la boca
mujer probando un guiso
mujer cansada
mujer palpándose un pecho
mujer tendiendo ropa de hombre
canta por lo bajo una canción que no acierto a distinguir
mujer con collar de perlas
algunas mujeres en la antesala de un médico que evitan mirarse
mujer que vuelve a casa despintada y rota
mujer que se sabe observada arreglándose el pelo
mujer con pañuelo en la cabeza
varias mujeres que van a misa
mujer con gabardina en la cola del autobús
es muy temprano y hace demasiado frío para ir con esos zapatos
mujer con una caja de bombones
mujer amamantando
mujer con gafas
mujer mirando el escaparate de una floristería
mucho rato
mujer junto al teléfono esperando una llamada el día de su cumpleaños
mujer junto al teléfono simplemente
mujer entrevista fugazmente cerrando una puerta
mujer mirándose al espejo y preguntándose si gustará
mujer escribiendo una carta
mujer
mujer mirando el reloj
Tomás Galindo ®
Gorditas II La belleza no tiene medidas
¿Y vosotras? ¿Dónde estáis que no se os ve en las páginas eróticas, en los desfiles de moda, en las portadas de Interviú, vosotras, gorditas mías, que sois la sal y la pimienta?
Aquí me tenéis esperando a que os pongáis de moda e inundéis los espacios publicitarios con vuestras carnes generosas y vuestras sonrisas simpáticas, esas sonrisas que os envidian las flacas, que nunca llegarán a expresarse con esa mezcla de timidez, gracia y encanto, porque piensan que con ser de tipo fino ya se lo tienen ganado. Yo desde aquí reivindico el erotismo de la curva, del pecho con copa del cien, de la cintura que circunda un cinturón y se le marca la cincha como la mano que sujeta la rosa socialista; y esas grupas rotundas, proclives al palmeo que suena como una campanada en el alma; esos muslos macizos, esas pantorrillas torneadas como columnas a las que sólo les falta el letrero del «Plus Ultra» para confirmar que son de mujer de bandera.
Aquí estoy esperando a que arraséis con tanta novia popotitos, con tanto yogurín, con tanta boquita de piñón y empecéis a cortar el bacalao. Yo voto por la mujer que no busca la belleza en la perfección corporal, sino en la vistosidad, en el colorido, en la proporción apetecible y no en la estándar. Yo voto por la mujer que pone su cuerpo al servicio de la belleza y no al dictado de la moda, la mujer que se suelta la melena, que se desmanda y que sabe ser grande y bella como son grandes y bellas las pirámides, que sabe ser ancha y bella como es ancho y bello el partenón, la mujer que sabe ser fuerte y bella como es fuerte y bella la estatua de la libertad.
Cuando veo una mujer como tú, rellenita y hermosa veo más ingredientes que en la flaca, veo ganas de agradar, veo ilusión, veo sorpresa por verse admirada, veo cuidado por las formas, veo el cariño con que os ofrecéis, el mimo con que os brindáis a quien atina a pararse y miraros. Una flaca hermosa no es más que eso, una gordita hermosa es como si pusiera su belleza en bandeja de plata.
Aquí estoy, esperando a veros conquistar el mundo de lo superficial de la misma manera que habéis conquistado el mundo de lo cotidiano.
Porque, digan lo que digan, una gordita tiene más cantidad de hermosura.
Si el borboncillo se hubiera casado con una moza robusta seguramente nos habría complacido mucho más verle enseñar las bragas (véase: ) cuando sopla viento de levante (¡de levante las faldas, jaaaaaaa!)
Ver también «Gorditas I
Ver también «Gorditas III
Arriba y abajo
Tradicionalmente (ya iba a decir normalmente) la pareja tiene dos alturas, y uno suele mirar hacia arriba y otro hacia abajo. No, no hablo de estatura, hablo de todo lo demás. La lógica nos dice que sería tremendamente difícil encontrar una pareja que gane lo mismo euro por euro, que tenga la misma educación, que pertenezca al mismo estrato social, que tenga el mismo cuerpo saleroso. Lo habitual es que uno gane más que el otro,
o que uno gane y el otro no; que uno tenga una carrera o unos estudios más importantes o completos que el otro; que uno o los padres de uno tengan mejor coche o mejor casa o mejor yate que el otro; o que uno tenga más años que el otro. O sea: que el hombre valga más que la mujer, dicho en plata. La mujer acepta bien esta situación, como algo normal. í‰l gana el dinero y la mujer administra la casa. í‰l es el que compra el coche, y ella la que compra los zapatos; él el que hace la paella los domingos, ella la que hace la sopa a diario; él el que va a trabajar, ella la que se queda en casa (aunque sea a la vuelta de su trabajo). Como mucho, él es el jefe y ella la secretaria (él el médico y ella la enfermera).
Y esto se considera dentro de lo normal, es lo habitual. Al revés no funciona. No se ven parejas, o matrimonios, donde ella vaya a trabajar y él se quede haciendo de amo de casa. Si pasa eso es de forma temporal, por unos estudios, o en caso de paro o enfermedad, no porque la pareja convenga en vivir así de continuo (pa cutio, que diría un castizo). Lo cierto es que el hombre no aguantaría eso. Y eso me entristece, en parte por la poca disposición del hombre para desechar un papel tradicional de la mujer, y en parte por la poca disposición de la mujer en tomar para sí el papel del hombre. Todo lo más que se puede
ver en cuestión de intercambio de papeles entre hombre y mujer consiste en el toma y daca: tú eres rica, pero yo tengo carrera; tú eres funcionaria con un sueldazo fijo, pero yo soy pequeño empresario; tú eres mayor que yo, pero estás muy buena y no se te nota… cosas así.
Cuando el burdo labriego besa una rana y se convierte en princesa no son felices y comen perdices, ella se larga a palacio pensando en lo basto que es el destripaterrones, y él se va a la choza pensando en que no iba a aguantarle esos humos más allá de dos polvos.
Aclaro que, pese a lo que haya dicho antes, estas diferencias no tienen por qué significar que uno «vale» más que otro, sino que así es como lo vemos. Pero el hombre ha de prevalecer sobre la mujer, es nuestro destino, y el de ellas. ¿Cambiará esto algún día? Mientras tanto, la mujer sigue mirando a su hombre hacia arriba y el hombre a su mujer hacia abajo.
Es hora de que hombres y mujeres nos miremos de frente, a los ojos, a la misma altura.
Yo, mientras, puedo decir muy satisfecho que mi mujer vale más que yo.
Y que se joda la estadística.