Perlas del chat

Hace ya cinco o seis añitos, o siete, me hizo mucha gracia algo que dijo alguien en un canal de chat, y me lo copié. Desde entonces he venido recopilando aquellas frases que me han hecho gracia, o causado estupor. Son estas Perlas del Chat

Dentista


Odio ir al dentista. No, no es porque me hurguen los piños con un jierro, no (aunque también) es, mayormente, porque es una tí­a que se lí­a a charlar y charlar, y claro, uno con la boca llena dedos no puede meter baza. Hay oficios más o menos proclives a que el oficiante y el cliente traben conversación. Entre los que más, el de taxista; entre los que menos, el de sepulturero. Pero entre uno y otro hay un amplio abanico de posibilidades (esta frase la aprendí­ hoy en el telediario) (también me sé la de una gran panoplia, pero esa ya es más para cultos y dudo mucho que alguien culto me lea). El caso es que me molesta que los taxistas me hablen, porque siempre hablan de lo que no me interesa, y me dedico a meter un sí­ sí­ o un vaya vaya de vez en cuando para salir del paso. En cambio la dentista hoy estaba hablando de que a su hijita de pocos meses le han regalado ropita de niño y que no sabe si ponérsela o no, porque es azul azul pero azul que parece vaquero y todo, y claro, tiene mucha cosita rosa y de florones y tal… y luego se ha quejado de que el dentista que sale en «Buscando a Nemo» es giliflautas perdido y que vaya imagen dan de los dentistas, personas cultas, serias y responsables todos ellos. Yo aquí­ hasta he levantado un dedo para decir algo pero me ha endilgado un jeringazo y se me ha ido la idea de la cabeza. Luego ha seguido quejándose de la mala imagen de los dentistas en general, sobre todo en las series televisivas, en «Los Serrano» sin ir más lejos, donde el padre tiene miedo de ir al dentista, y que además es carí­simo, pero carí­simo, y que en casi todas ellas amenazan a los crí­os con las más horripilantes torturas a manos de estos crueles torquemadas con licencia. Y yo sólo podí­a decir aaaaggggg. Cabreado he salido. Otro dí­a me llevo la libreta para ir escribiendo conforme ella vaya hablando ¡no puedo reprimir mis ganas de llevarle la contraria en algo!

El genio de los demás

Estaba pensando, ejercicio que hago muy de vez en cuando, en cuánto nos aprovecha, o nos disloca, depende, el genio, el humor, la buena o mala leche de los demás en un momento determinado. Nada peor, dicen fuentes generalmente bien informadas, que el que te examine una profesora que tiene la regla. Esta cientí­ficamente comprobado, que una profesora con la regla puntúa entre un 10 y un 15% menos que si no la tiene ¿hemos de ser sujeto paciente de tamaña desigualdad? Hemos. No es lo mismo, no, ni mucho menos, que te juzgue un juez que venga bien follao de casa, que uno al que la parienta lleva unas noches rechazando porque tiene jaqueca. Esto del sexo de los demás es algo de muchas y muy evidentes interacciones con uno mismo. Aquellas personas que en su oficio o en su función deban sopesar el ingenio, la inteligencia, el buen o mal hacer del prójimo, no deberí­an padecer cambios bruscos de carácter, que motiven de forma extraña los entresijos de sus pensamientos. Recuerdo cómo cambió cierto profesor de gramática que tuvo un hijo, animalico, que por las ojeras que le ocasionaba, no debí­a darle un momento de reposo. Bueno, pues cuando le nació el nene estuvo un par de dí­as que todo nombres propios y comunes, o preposiciones, algo trillado; pero al poco, se ve que cuando se le fue acumulando sueño y mala uva en el organismo, no salí­an de su boca sino verbos defectivos, versos proparoxitonantes, sinécdoques, y la de dios. Menos mal que era maestrillo de crí­os, si llega a ser juez, ese se lí­a a fallar condenas con agravantes a todo pasto.
Una amiga mí­a maestra me decí­a que ahora avisaba a sus alumnos de su estado, y que le llevaban la cuenta y se aplicaban cuando caí­a evaluación estando reglosa, por si acaso, no querí­a ser más severa que de costumbre, pero avisaba. Quizá en un futuro no dejen entrar al congreso a los diputados que lleven varios dí­as sin echarle un quiqui a la parienta, por temor a que se encieguen y obcequen con las cuestiones más lenes; o a las señorí­as que lleven mal el periodo y propendan a votar lo que resulte oneroso al ciudadano a mala leche. Que usted, juez, lleva mal lo de la próstata, pues nada, ha de inhibirse en los juicios. Que usted, guardia, se ha encontrado al marido en el lecho con otra… pues nada de coger la porra y el talonario de multas y liarse a sancionar a todo el vecindario. Que usted, examinador de conductores, se ha corrido la juerga de su vida con una señora estupenda… pues hoy no examina, porque va a pasar por alto los semáforos en rojo que se salten, o que se suban al bordillo.
La cuestión aní­mica hace gran estrago en el intelecto más capaz, y lo mismo te deja a un sabio babeante, que aguza la poca listeza del tonto. Dicen los franchutes que somos lo que comemos, pero no para ahí­ la cosa, que hay mucho que meterse entre pecho y espalda amén de la jalancia. Por esa regla de tres, también somos lo que dormimos, lo que nos duele, o lo que follamos.
Los orientales van por ahí­ con una mascarilla en la cara si tienen catarro, para no contagiar al personal. Quizá convendrí­a que llevásemos un distintivo de nuestro estado aní­mico: «contentillo», «estreñido», «salido», «reglosa», «OJO-Dolor de Muelas»… etc…

Vete a la eMe

Qué linda se ve lusiendo su capelina...

Literalmente

Esta argentina militante en las más bonhómicas empresas, nos sorprende con tiernos poemas dispersos entre sus más ácidos pensamientos, sus verdades como puños, y sus trabajos de auténtico peso en pro de la cultura global.
Como dice su leyenda y estandarte «Aquí­ NO va a encontrar «manifiestos dogmáticos» ni «sutiles observaciones literarias».
Para muestra un botón:

BOREAL
Tú jazmin que despiertas intrusivo
conminando a inspirar la primavera
que golpeas la ventana y te burlas
del lamento de mi ser azul cetrino
Y renaces desafiando a mil inviernos
pincelando la pared con blancos brí¬os.
Porque vuelves y envuelves con empeño
emergiendo, aromí tico , incisivo
y te fundes en gí¨nesis primera
convirtiendome en tu complice risueño
abandono cobardias y silencios
renombrando boreal mi primavera
eMe®

…es mi más ex-querida ex-amiga.

Siensia oliental.


Nada mejor que una acupuntora china para andar bien de salud. Desde que voy a la consulta de la doctora Chi-Chi me siento mucho más sano… aunque mi autoestima está por los suelos. Lejos de animar a uno le reprende, le atosiga, le abronca como a los niños chicos, y uno se avergüenza como un colegial. ¿Dará resultado?

-Tú come mucho, tú goldo, tú no comel más. Ahola tú aplende a lespilal, tú camina, camina mucho. Tú tlipa glande ¡tú no come, tú lespila! Yo ponel ahola aguja glande en vientle, dos, y otla lalga entle dedos de pies, y también en espalda. ¡Tú espalda de dlagón, tú camina y duelme en suelo! Si tú camina y no come, tú mejol. Yo pincha ahola en hueso de cala, tú no habla ni vuelve cabesa, y pincha en dedos manos, tú no lasca, tú quieto.
-¿Esta aguja de la cara tiene que doler?
– Yo milo, tú quieto, yo saca y pone otla ves, tú diente podlido, tú agujelo diente, pol eso duele, tú quieto ahola y no mueve.
-¿Y lo de respirar, por la nariz y luego sacar por la boca, no?
-Tú lespila como pelo después de calela ¡así­ no lespila! tú lespila como blisa en flol, tú sopla, pelo maliposa no tenel que dejal flol si tú sopla.
-Lo voy cogiendo…
-Y tú no agacha, tú no milal suelo, tú milal flente, a ojos de doctola Chi-Chi.
-¿Así­?
-…No, mejol tú milal más aliba de cabesa doctola.
-Pues el pincho del vientre me está matando, oiga.
-¡Tú no muelto! Tú muelto si come y llena baliga glande. Aguja de vientle saca malomalo de tlipa, pelo tú no come, tú sólo lespila, nalí­, boca, nalí­, boca, como blisa.
-¿Conoce usted el del burro que cuando se acostumbró a no comer…?
-Tú ya acaba, hala, tú paga y viene otla semana. Yo subil plesio, ahola sel ochenta eulos.
-¡Joder, vaya í­ndice de precios gastan por aquí­!
-Tú no nesesita polque tú no come, tú sólo lespila, y paga doctola…
-¿Ochenta, doctora?
-Chi, chi.