Ayer eché un vistazo de noche a la calle y, oh espanto, la navidad ataca de nuevo, con su vomitivas bombillitas convirtiendo los barrios en zona kitch, y los colorines verdes, azules, morados, reflejándose en el pavimento mojado y haciendo brillar la orina de los perritos y la grasilla de los coches intermitentemente. Cada año que pasa me gusta menos la navidad. No es el típico tópico de que hay que alegrarse por narices y ser bueno porque lo manda Walt Disney, lo digo muy en serio, cada año me gusta esto menos. Y la navidad contraataca engrandeciéndose y acelerando su llegada para mi espanto. Antes no empezaba nunca antes del día de la Inmaculada, el 8, ahora el día 1, zas, bombillazo colorido. Qué susto me di, yo que salía a sacar la basura y hala, me topo de narices, un año más con el enemigo. De repente la calle se llenó de papanoeles diciendo jo jo jo, de mujeres que olían a chaneles y cartieres, fragancias que se dice ahora, de caballeros calvos vendiendo lotería del gordo, de reyes trayéndote corbatas y jerseises de hipermercado, de juguetes destripados, de platos llenos y pastillas de antiácido, de anuncios, de anuncios, de anuncios…
La navidad es como la guerra pero al revés. En la guerra te obligan a ser malo y en la navidad a ser bueno. ¡Pero te obligan! ¡Hay que ser feliz, que ya toca! ¿Y si no quieres, eh? Que comas, que bebas, que rías, que te diviertas, y pon buena cara o te mirarán como al aguafiestas. Y hay que vestirse, hay que ponerse el uniforme, lo mismo que los soldaditos, el uniforme navideño: el pantalón que no sea vaquero, la bufanda de tía Eduvigis, los guantes que te regaló la suegra a mala leche (esos de lunares), la camisa de las que se planchan, y la trenca ¡que no me pongo abrigo, coño, que no me lo pongo!… trenca y no se hable más.
-¿Y esta señora que me besa quién es?
– La tía Paquita, disimula, que te va a oír.
– ¿Ya estaba antes así de gorda? ¿Y esos niños pijos?
– …Son tus primos, bobo.
– ¿Siempre han sido así o sólo desde que acabaron la carrera? ¿No iban sin afeitar y decían a su padre que era un explotador?
– Se habrán formalizado.
– ¿Homogeneizado dices? ¿Oye, Juan va piripi?
– Es que le ha dejado la novia.
– Debería estar contento ¿no era la que me llamaba bohemio?
– Pues está triste, y te llamaba otra cosa, cuando no la oías.
– Celebro no saberlo. ¿Otra vez cava catalán del carrefur? ¿Y turrón de ese que te enladrilla los dientes? ¿Dónde están los langostinos? Los langostinos son un plato seguro, yo en cuanto hay más de media docena de cosas en la mesa voy a los langostinos, por lo menos hasta que veo las caras que ponen los demás cuando van picando aquí y allá. No corro riesgos ni maratones. ¿Huy, quién es la que va enseñando las tetas?
– Tu futura cuñada.
– Bueno, no todo iba a ser tan malo. …¡Ay!