Rafael de León

Hoy se cumplen veinticinco años de su muerte, según los cronistas era un triste y gris jueves madrileño, me enteré por casualidad, no he visto por ninguna parte referencias al hecho, ni homenajes. Seguramente uno de los mejores poetas del siglo, sin duda un hombre que llenó el aire de poesí­a con todos esos poemas que fueron letra de copla, y todas esas letras de copla que eran poemas, consiguiendo lo que casi nadie sabe hacer con una canción: que se pueda leer escrita sin sonrojo.
Ojalá haya por ahí­ alguien a quien sumarme en este pequeño homenaje a uno de mis poetas favoritos, a uno de los más auténticos, a un poeta a pie de calle.
Profecí­a

Culo

Son estas nalgas tuyas tan seráficas
como vibrantes hélitros carnosas,
alas de delicadas mariposas
que van revoloteando melí­ficas.
Menos mal que la carne ganó al arte
y fundiose en tal culo tu belleza,
tan muelle asiento y de tan buena pieza,
que se pudiera verte y alabarte.
Guárdeme dios de aquel culo de estatua
que sea de marfil o alabastrino,
y yo me guardaré el tuyo anforino,
que es bien real y no de imagen fatua.
Que yo me pierdo por tu culo humano,
músculo exacto y bello cual ninguno
(que un bien esté cercano es oportuno
y a poder ser que caiga bien a mano)
Otro dí­a te digo lo que siento;
a qué involucra mi espí­ritu elevado;
cómo se ha sutilmente extasiado
la poesí­a de mi pensamiento;
mas, por ahora, te celebro entera
en cuerpo y alma toda tú incluida,
y en tu cuerpo un culo que es para mi vida
prenda amorosa que me desespera.
Tomás Galindo ©

Polí­tico

 

Polí­tico que con tu verbo nos aturdes,
prometes solución a tantas cosas
y en forma tan harto milagrosas
que te debes creer Virgen de Lourdes.
Ya teneis a la audiencia amodorrada
con tanto castigar nuestras orejas,
que oiros es oí­r rezos de viejas,
porque decir… decir, no decí­s nada.
Su sonrisa se prueba ante el espejo,
halla la que le va pintiparada,
desarruga un poco el entrecejo,
se la pega con cola en poco rato,
y cuando al cabo la tiene bien sujeta
aparece el señor con una jeta
de no haber en su vida roto un plato.
Y es que la publicidad,
esa ciencia del engaño,
consigue cualquier apaño,
dulcifica la maldad
y hace sabio al ignorante.
Así­ coloca a buen precio
desde un polí­tico necio
a cualquier desodorante.
Su imagen venden con tanta
desfachatez como tino,
y consiguen de un pollino
un polí­tico que encanta
por su grácil oratoria,
su apostura y simpatí­a,
cuando mejor estarí­a
dando vueltas a una noria.
Tanto insisten que algo queda,
que es eso lo que pretenden,
pues, al fin y al cabo, venden
monas vestidas de seda.
Cuando en la tele los ves tan arreglados,
tan pulcros, tan seriotes y tan bellos,
y que además parecen todos ellos
de esos que no se peden ni en privado,
yo pienso para mí­ todo contrito
que, o bien es verdad que son sinceros,
o que en vez de mirar un noticiero
estoy viendo el anuncio de un bonito.
Qué diarreas me dan cuando les veo
esas sonrisas hipócritas que ostentan
los que la vara del poder detentan,
que rezuman soberbia y cachondeo.
Qué espectáculo triste el de esta tierra
plagada de mendigos y parados,
de ciudades frí­as, de montes quemados,
de jóvenes viejos, de rí­os de mierda,
de pueblos sin agua, crí­os sin escuela,
cagadas de perro, pasotas, drogados,
calles sin un árbol, putas quinceañeras,
viejos sin sonrisa, barrios marginados,
niños delincuentes de mirada tierna.
Aun sabiendo lo cierto de los hechos,
siguiendo la costumbre, españolitos,
lejos de obrar os tocareis los pitos
quedando, tras cornudos, satisfechos.
Lo peor es que todo lo sabemos,
y a pesar de que no nos engañamos,
por el ojo sin niña nos pasamos
todo lo que hay que hacer, y que no hacemos
Tomás Galindo ®