La época del guateque

La minifalda
Narrado por alucí­a


Los cigarrillos
Narrado por PEPEMIX

Los Porretas
Narrado por lulis

Jukebox
Narrado por siara

NoDo
Narrado por alucí­a

La TVE y muy E
Narrado por curiosity

Churrová
Narrado por PEPEMIX

Al cole
Narrado por Sylviaa

Lucecita
Narrado por lulis

Reina por un dí­a
Narrado por curiosity

Pastelitos Bimbo
Narrado por alucí­a

El disco sorpresa de Fundador
Narrado por PEPEMIX


Petaco
Narrado por alucí­a

La La La
Narrado por lulis

Programa Especial Guateques de El Túnel del Tiempo

A recoger recuerdos y migajas

El soldado Oz

a recoger recuerdos y migajas
fotos viejas y estampas de otros dí­as
cuadernos rotos y melancolí­as
ecos de la niñez y otras alhajas
de cuando el tiempo se contaba en horas
de tardes de bonanza y veraneos
acuñando melí­ficos deseos
con tiernas impurezas tentadoras
el bolsillo repleto de emociones
aprendices de brujo o bien de santo
descubridores de todo aquello cuanto
se pudiera esconder en los cajones
contrabandistas de cualquier frontera
transgredí­amos la ley nunca escrita
de no orinar en el agua bendita
perseguidores del que se moviera
náufragos de las mil desilusiones
creyendo especial lo que se acostumbra
en un beso fugaz en la penumbra
í­bamos a estrenar los corazones
ay si el pálpito aquel se repitiera
como caligrafí­a en los cuadernos
y pudiéramos allí­ ir a leernos
y el alma al vernos se nos detuviera
en el cuarto de estar de los abuelos
con la tarde muriendo en los cristales
y cómo parecí­amos formales
y cómo levantábamos el vuelo
de los librotes arduos de la escuela
porque como conoce todo el mundo
cuando el tema a estudiar es más profundo
más alto alumnado vuela y vuela
qué noche de inquietud qué dí­a loco
qué de amarguras sinvivir afanes
qué pecho tan sembrado de volcanes
qué poco conocí­amos qué poco
no sabí­amos que éramos felices
de qué nos sirve haberlo descubierto
ahora que el corazón es un desierto
más que para reabrir las cicatrices
hoy que hemos olvidado lo que fuimos
y despertamos con los sueños rotos
hoy que se han puesto ya sepia las fotos
y expiró la niñez que contuvimos
y no queda de aquella ni aun el poso
a la memoria se me vuelca entera
y me pongo a llorar porque yo era
tan hermoso dios mí­o tan hermoso
* * * Tomás Galindo®

Alegrí­as postizas

Aparte de la alegrí­a que pueda uno sentir por aquello de grato que le acontezca en la vida, alegrí­as estas espontáneas, de las que te hacen brillar los ojos y sonreir entre los apretujones del autobús, hay otras alegrí­as que podrí­amos llamar sociales. Son las alegrí­as que hay que sentir por obligación, por dictado de la sociedad y las buenas costumbres, quieras o no quieras, y aunque te cojan las cosas de refilón.
Que la vecina ha tenido una nietecita, qué rica ella y qué piernecitas tiene con esas lorcitas tan ricas que te la comerí­as, pues vaya, vecina, me alegro mucho, vaya si me alegro. Con su pan se la coma, oiga, y a mí­ qué narices me importa si su hija ha tenido otro cachorro, vaya lata. Pues hay que alegrarse, aunque te importe un pimiento.
Que el jefe cuenta un chiste, pues nada, a reí­rse y a doblarse por la mitad, como todo el mundo. A ver, qué va a hacer uno todo serio mientras los demás se carcajean, va a pensar que lo haces a mala leche, y tampoco es plan.
Al novio de la chica, que es tonta por más señas, aunque me deje las camisas impecables, le han dado trabajo en un bar de camarero. Pues a alegrarse tocan. Que uno piense que va a durar cuatro dí­as, porque tiene la gracia donde las abejas el pincho, y confunde la izquierda con la derecha, pues bueno. Hay que alegrarse Cuántos cafés derramará sobre la blusa de seda de alguna dama es algo que no interesa de momento. Pero no deberí­a haber dejado a las pobres cabras sin su protección allá en el pueblo. Mas hay que alegrarse.
Que la selección se clasifica para el mundial, o sea, la de fútbol, porque no parece haber otra, pues se tiene que alegrar uno. A mí­ en realidad me da rabia porque abomino del balompié y esa clasificación significa que me van a meter el dichoso pelotón por los ojos todo un mes y me fastidia. Pero a ver quién tiene huevos de decir que no se alegra en la junta de vecinos. Yo no soy tan valiente.
¡Oz, he aprobado el carnet de conducir! Hoooombreeee, cuánto me alegro… y me apresuro a subirme la póliza del seguro porque con gente así­ al volante mi vida corre mucho más peligro que antes. Pero qué le digo ¿que ojalá te hubieran tumbado por veintiuna vez consecutiva porque tienes más peligro que un tonto con un botón? Nada, que me alegro mucho.
Pero de todas las alegrí­as postizas, sin duda la peor es la navideña. En navidades se respira una alegrí­a envenenada y envidiosa que no debe ser nada buena para el espí­ritu. Fí­jate aquel, qué pedazo de cesta le han traí­do. Y sus peladillas son de almendra, y no como las de mi cesta que son de cacahuete; y el champán brut, y a mí­ semiseco. Una mierda la alegrí­a navideña. Que te tienes que gastar la paga en darle a la suegra la alegrí­a de comprarle el fulard ese de florecitas, de seda, un pastón. Y el juguete del sobrinito que le va a durar menos que sacarlo de la caja.
Los que somos alegres de por sí­, de por mí­, de por nosotros, como se diga; lo pasamos fatal teniendo que alegrarnos por cosas tan estúpidas como que suenen las campanas y sea otro año. Las gentes alegres de por sí­, de por nosotros, como coño se diga, nos despertamos por la mañana y ya estamos alegres de ver el sol, o de oí­r la lluvia y ver pasar los paraguas. Y salir a la calle y que huela a mojado, y a pan en la panaderí­a, y de que te cuente un chiste el del bar, y te hagan la croniquilla del barrio en la verdulerí­a. No necesito yo ver mil doscientos anuncios de juguetes, ochocientos de perfumes glamurosos y ni se sabe de teléfonos móviles que hacen cosas que no entiendo. A mí­ lo que me alegra la vida es el beso que me da mi mujer por la mañana y que la jodí­a chucha se me eche encima y me chupetee la nariz la condenada. Cuando se pase esta época de los papanoeles podré seguir alegre por las cosas que me gustan, y no por las que me dicte el Corte Inglés.

Llegó la navidad

Llegó la navidad y todo el mundo es bueno.
Llegó la navidad y erradicó el veneno.
Llegó la navidad y las penas se van
conforme uno descorcha botellas de champán.
Llegó la navidad y el lobo se hace oveja
con cada campanada que suena en nochevieja.
Nos pondrán en la tele galas y maratones,
donde dan los banqueros limosnas de millones
(en el fondo son buenos, la gente piensa mal
si cree que sólo buscan desgravación fiscal)
Se van de vacaciones todos los asesinos,
y retraen sus garras los astutos felinos.
Llegó la navidad y ya todos jugamos
a lo que nunca dejan de jugar los amos.
Llegó la navidad que a todo el mundo iguala.
En la recámara duerme como un niño la bala.
Llegó la navidad, las buenas intenciones
brotan como las setas por todos los rincones.
Perderemos la paga, la salud y la piel,
en las fauces hambrientas de algún Papá Noel.
Iremos en familia a la misa de gallo
(habrá que ir al asilo para sacar al yayo)
Les llevarán los reyes a los niños hambrientos,
muñecas, pelotones y libritos de cuentos;
el ruido de sus tripas sonará a villancico
y hará que se conmueva en su mansión el rico,
y tras sentir gran pena por el que nada tiene,
se hinchará de turrón… y hasta el año que viene.
Tomás Galindo ®

Bolero

Escúchalo aquí:


Adoro la forma en que te rí­es, el modo en que a veces me riñes…
El bolero, ah, el bolero…
el amor está en los boleros,
está allí­, no escondido,
no agazapado tras los acordes,
sino explí­cito, evidente, gritador.
El amor está en el principio y el final del bolero y es casi el único pretexto de su existencia.
Voy a perder la cabeza por tu amor…
El amor en el bolero es tremendo,
bestial,
es un amor que arrasa con todo,
que no se para en minucias,
que hace tabla rasa,
es un amor para toda la vida,
es un amor abrasador,
desgarrado,
calcinante.
El amor está en los boleros.
El amor y su derivados, la ilusión, el ensueño, el placer, el desamor, el odio, el rencor, el olvido.
Te olvidaré, te olvidaré, aunque me acabe en un eterno recordar…
El amor está en el bolero hecho una furia.
El amor está en el bolero sentado en el porche de una tarde caribeña.
Porque el bolero es canción que viene de las américas,
de las muchas, inacabables, distintas américas.
De todas las américas donde pesa la noche como un plomo
y es azul y eléctrica y tiene vagos y lejanos sonidos de piano, de trompeta, de violí­n.
Ojos negros, piel canela, que me llegan a desesperar
El bolero está en la esquina de todas las pasiones,
en la cadera de todas las mulatas,
en la boca de todos los criollos con el alma dolorida y la piel morena.
Esos ojazos negros de un raro fulgor…
El bolero está en la cintura,
en esa cintura tan bien cinchada de la mujer ecuatorial,
en esa cintura asombro de Galileo que parece quieta… pero se mueve.
En esa cintura que imprime al aire el mismo contoneo que el sonido,
la misma onda que la voz del bolero.
Cuando bailando los dos haces tu cuerpo vibrar…
En el bolero están las noches pobladas de estrellas y de olor a café, a piña y a papaya.
El bolero está en las alcobas con las ventanas abiertas al caribe de plateadas olas.
El bolero está en las calles coloridas y despreocupadas de la mitad del planeta.
Mirando al mar soñé que estabas junto a mí­…
El amor está en los boleros,
un dí­a creces y lo descubres,
ves que esa alegrí­a o esa pena se ajusta perfectamente,
se ciñe sin que le tiren las sisas,
a lo que cuenta un bolero.
Hay boleros a la medida de uno,
porque el bolero es una canción a medida,
y uno tiene la suya.
No es alg prêt à  porter, hay uno para ti.
Cachito, cachito, cachito mí­o, pedazo de cielo que dios me dio…
El amor está en los boleros,
es el emisario del calor,
que nos trae desde el otro lado del océano los sentimientos de una gente afí­n…
y tan distinta,
de una forma de ser más leve y más profunda.
Se vive solamente una vez, hay que aprender a vivir…
El bolero, como el amor, no te deja indiferente,
puede emocionarte o herirte o disgustarte o repelerte, pero hará mella en ti.
Me deja una herida, una herida de amor que nadie mitiga…
El bolero forma parte de la memoria infantil,
es algo que oí­mos desde niños,
tomando un tazón de leche en la cocina ya sonaba en la vieja radio.
El bolero es canción de tí­as y de hermanas,
como la copla lo era de criaditas y sirvientas y vecinas;
el bolero lo canta la tí­a soltera planchando su vestido en enaguas;
el bolero lo canta la hermana mayor que va a ir al baile con alguien que no es del agrado de la familia;
el bolero se le escapa a veces a la propia madre
con la boca llena de alfileres y el pensamiento en otra parte.
El bolero es canción de mucho soñar,
de otras vidas, de otros mundos, de otras gentes.
El bolero puebla las fantasí­as de la casadita desgraciada,
y los miedos del muchacho que tiene esa novia tan guapa y de tan mal sujetar.
Puede que juegues conmigo, y a mí­ qué me importa…
El amor está en el bolero
y uno no sabe si quisiera hacer de su vida un bolero,
o acabar de vivirla en paz.
Uno no sabrí­a elegir entre el abrasador bolero que te deja una marca indeleble,
y la venial nada.
Uno querrí­a llegar al fin de sus dí­as y poder decir que ha amado y ha sido amado
y estas son las cicatrices que lo atestiguan y este bolero que suena es el que lo cuenta.
Porque la culpa siempre está en algún bolero.
Si pudiera expresarte cómo es de inmenso en el fondo de mi corazón mi amor por ti….