Carnaval, carnaval

Lo que más me gusta de estos festejos, bueno, de cualquier festejo espeso y municipal, es poder salir a la calle a hacerle fotos al personal. Y si encima van disfrazados, mejor que mejor.

Expuestos en público

Hace un año hice un reportaje sobre una manifestación antitaurina y lo publiqué, pero ahora he hecho una revisión de aquellas fotos, mirándolas desde otro punto de vista, no el simbólico o relacionado con la noticia, sino uno meramente estético o de fotógrafo, deteniéndome en las caras, en la carne, en la piel, en esas manchas de sangre, y sobre todo en la exposición en público de todo ello. Esto de la exposición en público es algo muy de agradecer, hay que tener valentí­a, sobre todo porque te pueden mirar de una forma que no quieres. Espero que la mí­a sea respetuosa.

Oh, là là , voyage dans la France

No, vacaciones no tenemos, pero si tenemos dos dí­as libres nos largamos con viento fresco a darnos un relajo, que nos lo pide el cuerpo. Esta vez nos fuimos a Hondarribia (antes Fuenterrabí­a), que nos sirvió de base operativa, pero lo cierto es que pasamos todo el tiempo entre Biarritz y Saint Jean de Luz, que son dos pueblos encantadores que están a tiro de piedra.
Lo primero de lo que uno se da cuenta cuando pasa la raya de Francia es de que allí­ es todo más verde y está limpio. Sí­, limpio, ni una colilla en el suelo, oiga, ni un papelico, nada, lo tienen todo como los chorros del oro, qué gusto da. Se ve que está uno en un paí­s civilizado, donde cada cual vive y deja vivir al prójimo, o al menos más que aquí­, vamos, que hay una diferencia. Gentes de todas las razas, colores y creencias se aglutinan en torno al lenguaje galo a la banderita bleue-blanche-rouge y a eso tan básico de liberté, egalité, fraternité, que mira que tienen años y a mí­ aún hace que se me pongan los ojos como platos. ¡Algo tan básico, y qué lejos lo tenemos!
Y un comercioooo… uuuuh, tienditas bien surtidas, atendidas por gente que sabe de qué va su negocio, amables, eficientes, profesionales, y además no son caras, pese a la fama que tienen. Aquí­ mi señora me regaló dos sombreros Stetson, que vienen a ser como el stradivarius de los sombreros, en España te tienes que ir a Madrid o Barcelona a comprar uno, en Francia los tienen en cualquier pueblecito, ya ves. Y qué moda, Manuela aprovechó para ir a la pelu y salir así­ de guapa, y con gafas nuevas también, y vestidos a la moda parisina del otoño que empezará en breve ¡es que es otro nivel!
Los españoles solemos hablar mal de los franchutes, pero lo cierto es que hay algo de complejo de hermano menor, de paí­s de abajo, en todo ello, y bastante envidia malsana en lo que debí­a ser admiración y tomar nota para mejorar. Me encanta Francia, de siempre ¿se me nota, verdad? Me pasa como con Barcelona, que cualquier excusa es buena y válida para dejarse caer por allí­.
¿Una vistilla a sus paisajes?


Aste Nagusia

No, no estaba desaparecido, es que estábamos de fiestorro. En esta casa no nos llega para tener vacaciones, ni mucho menos veraneo, a todo lo más que llegamos es a que aquí­ mi señora cierre por la tarde y nos podamos ir algún dí­a a la playa (si no llueve, lo que no siempre ocurre), o que cojamos un puentecito aprovechando la fiesta del patrón para largarnos dos dí­as al extranjero. O sea, a Francia, aquí­ al lado, que se tarda hora y pico en coche.
Como todos los años, me lo paso en grande saliendo a tirar fotos a todo lo que se menea por esas ferias, atracciones, juegos, concursos, deportes tí­picos, chiquilladas, algarabí­as y gamberradas. Esta es la foto que más me gusta, la de ir tirando fotos casi sin mirar, a lo que salga, y luego, eso sí­, con paciencia y fotosop ir rebañando lo que se pueda conservar.
De las tresmil y pico que he tirado han quedado estas, y algunos cachitos que iré aprovechando para otras cosas. Voy mejorando.

Paseo por Bilbao


Hay quien se queja del clima de Bilbao, que llueve mucho y es algo grisáceo y tristón, pero esa impresión se desvanece en verano, cuando los dí­as son más claros y la temperatura dista mucho de convertir la ciudad en un volcán, como son otras. Bilbao está bonito y apetece salir de paseo en esas tardes noches en las que ni se suda ni hace falta chaqueta (ni paraguas). Esta es una de esas veces en las que salimos a dar una vuelta cámara en ristre.

A poco de salir de casa miramos hacia el monte Artxanda y cómo las casas de la Ciudad Jardí­n trepan por su falda. Luego bajamos corriendo hasta el centro, es cuesta abajo, y damos un paseo por las calles más chic. Vemos que hay mucho mucho cristal últimamente, y es que han descubierto que es duradero ante la lluvia, fácil de limpiar y no hace falta pintarlo cada dos por tres.

Atardece y nos acercamos al puente de La salve, que da un brinco sobre la rí­a dejando debajo de él el Museo Guggenheim, y permitiendo otear el panorama arriba y abajo del Nervión.

Luego ya se hace de noche y vamos volviendo a casa, momento para echar un vistazo sobre el Guggenheim iluminado, sobre la araña Mamá y la Universidad de Deusto en la otra orilla. Pero nosotros preferimos desandar lo andado y cruzar la rí­a del Nervión sobre la tambaleante y colgante pasarela Zubi Zuri, que deja ver el agua abajo a tus pies, y su espinazo de tubos y cables.

A casita.