-He descubierto un lugar
que aunque no venga en el mapa
está en la zona más guapa
que puedas imaginar.
-¡Ya me lo puedes contar!
-A Noia y Porto Do Son
te acercas en un pispás,
y todo el camino vas
de emoción en emoción,
de Muros a Corcubión.
Qué bosques y qué verdores,
qué azules son estos mares,
qué paisajes tan dispares,
qué paleta de colores
pintando tantos primores.
Cómo se come y se bebe,
en Padrón unos pimientos…
qué mariscos suculentos,
y un ribeiro que se atreve
con el pulpo y el percebe.
-¿Y encima se come bien?
-¡No creo que pases hambre.
La Pesquería del Tambre
es para comer fetén.
Los demás sitios… ¡también!
-¿Y el indígena cómo es?
-¿El gallego? Hospitalario,
es amable y voluntario
si sufres algún revés
siempre te ayuda cortés.
-¿Y cómo son las mujeres?
-¡Son una barbaridad!
¡Qué hermosura, qué beldad,
el mayor de los placeres
es verlas por donde fueres
con ese andar que te mece.
Lo mejor de todo el viaje
no es el comer, ni el paisaje:
¡la mujer! Que hasta parece
que lo demás desmerece.
-¿Y el tiempo, qué tal? -Según.
Qué mujeres… ay, amigo…
-¿Y el tiempo? -Pues ya le digo…
y unos ojos… y unas… y un…
Te miran y te hacen ¡pun!
-Vale, vale, ya entendí.
¿Y el centro dónde me pilla
de toda esa maravilla
y ese paraíso. Di.
-Hombre, muy fácil. Aquí:
La Pesquería del Tambre
Tomás Galindo ®