Test del lapicero


La cosa va de que el lapicero ha de caerse, y no quedarse sujeto, claro.
¿Y tú, chica, pasas el test del lapicero?

(Vale, prometo que si hay uno para hombres también lo pongo).

Soy un traidor a la patria

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Hostia ¿será verdad lo que me ha dicho Fulanito de que hoy en la parabólica estrenan la serie «Wallander«? A ver… mmm… anda, sí­, a las diez y pico, ah, pues la pondré, a ver cómo empieza, o la dejaré grabando, que ya será tarde. Qué ilu, una serie del tí­o este, que me he leí­do todas sus novelas; un poli sueco que tiene depresiones y diabetes, y compañeros que no van a coger al criminal porque tienen a los hijos con la gripe; unos polis que discuten acerca de si tienen que coger la pistola para ir a hacer una detención… habrá que verla, sí­. Tremendo el comentario de hoy de la niña Candy, qué maja es esta chica, cuenta las cosas con una ternura difí­cil de encontrar por ahí­, qué bien que haya vuelto a bloguear.
Me gusta la hora de la siesta, y pasarla escuchando música vieja, mis boleros, mis tangos, mis coplas…
Voy a ver qué se cuentan los de «Antes del café«, que siempre me lo leo justo antes del café. Huy… va siendo hora de hacerle el café a mi bella durmiente del sofá
Están muy bien los artí­culos de esta gente del café, tienen comentarios de mucha enjundia, y otros vaporosos y poéticos. Y ví­deos muy acertados (en eso no les anda a la zaga la amiga Suigéneris). El anuncio de Prosinesky lo vi en la tele con Manu y nos reí­mos.
Lástima que no sepa yo poner los ví­deos como hace esta gente, pero no me salen con el wordpress, espero que sea cosa que apañen en breve. A hacer el cafecito, que va siendo hora de que esta mujer se largue a trabajar, y yo a hacer deporte, que hoy toca. Joer, esta Linda ¿dónde meterá todo lo que duerme la joí­a chucha? vaya ronquidos.
-¡Niña, el cafecito con hielito! Hale ¿te han dejado dormir los de la obra de enfrente?
Voy a seguir con mi ronda… ¿Por qué disentirá conmigo la señá Churra? Igual es que no nos entendemos.
Pí­ter de Máikel hablando de Chesterton, aquí­ tengo yo que decir algo, claro, Chesterton…
-No sé a qué hora llegaré, a cenar. Sí­, mujer, me llevo el chubasquero.
Coñe, me lí­o aquí­ con esta gente y ahora a correr ¿dónde dejé los pantalones…? mmm… bueno, cojo estos del otro chándal, la mochila, la gorrica visera. ¡Cielos, dónde aparqué yo el coche! Deberí­an diseñar un aparato, o un chisme para llevar en el reloj o en las llaves del coche, que nos dijera dónde lo hemos aparcado. No será la primera vez que me recorro el barrio buscándolo. Qué cabecica tengo. Llevo el coche lleno polvo, hasta me han escrito algo con el dedo en un cristal, pero no sé dónde lavarlo. Voy a ver qué dice la SER…
-SE ACABA EL PARTIDDOOOOO. GRANDIOSO DEBUT DE ESPAí‘A. España ha tenido el mejor debut posible en el Mundial de Alemania. Ha goleado a Ucrania sin ninguna dificultad. Haciendo un fútbol de altos quilates. Se ha visto a un grupo completamente unido, motivado y con mucha calidad….

Gorditas II La belleza no tiene medidas

Pase de modelos¿Y vosotras? ¿Dónde estáis que no se os ve en las páginas eróticas, en los desfiles de moda, en las portadas de Interviú, vosotras, gorditas mí­as, que sois la sal y la pimienta?
Aquí­ me tenéis esperando a que os pongáis de moda e inundéis los espacios publicitarios con vuestras carnes generosas y vuestras sonrisas simpáticas, esas sonrisas que os envidian las flacas, que nunca llegarán a expresarse con esa mezcla de timidez, gracia y encanto, porque piensan que con ser de tipo fino ya se lo tienen ganado. Yo desde aquí­ reivindico el erotismo de la curva, del pecho con copa del cien, de la cintura que circunda un cinturón y se le marca la cincha como la mano que sujeta la rosa socialista; y esas grupas rotundas, proclives al palmeo que suena como una campanada en el alma; esos muslos macizos, esas pantorrillas torneadas como columnas a las que sólo les falta el letrero del «Plus Ultra» para confirmar que son de mujer de bandera.
Aquí­ estoy esperando a que arraséis con tanta novia popotitos, con tanto yogurí­n, con tanta boquita de piñón y empecéis a cortar el bacalao. Yo voto por la mujer que no busca la belleza en la perfección corporal, sino en la vistosidad, en el colorido, en la proporción apetecible y no en la estándar. Yo voto por la mujer que pone su cuerpo al servicio de la belleza y no al dictado de la moda, la mujer que se suelta la melena, que se desmanda y que sabe ser grande y bella como son grandes y bellas las pirámides, que sabe ser ancha y bella como es ancho y bello el partenón, la mujer que sabe ser fuerte y bella como es fuerte y bella la estatua de la libertad.
Cuando veo una mujer como tú, rellenita y hermosa veo más ingredientes que en la flaca, veo ganas de agradar, veo ilusión, veo sorpresa por verse admirada, veo cuidado por las formas, veo el cariño con que os ofrecéis, el mimo con que os brindáis a quien atina a pararse y miraros. Una flaca hermosa no es más que eso, una gordita hermosa es como si pusiera su belleza en bandeja de plata.
Aquí­ estoy, esperando a veros conquistar el mundo de lo superficial de la misma manera que habéis conquistado el mundo de lo cotidiano.
Porque, digan lo que digan, una gordita tiene más cantidad de hermosura.

Si el borboncillo se hubiera casado con una moza robusta seguramente nos habrí­a complacido mucho más verle enseñar las bragas (véase: ) cuando sopla viento de levante (¡de levante las faldas, jaaaaaaa!)

Ver también «Gorditas I
Ver también «Gorditas III

Arriba y abajo

Tradicionalmente (ya iba a decir normalmente) la pareja tiene dos alturas, y uno suele mirar hacia arriba y otro hacia abajo. No, no hablo de estatura, hablo de todo lo demás. La lógica nos dice que serí­a tremendamente difí­cil encontrar una pareja que gane lo mismo euro por euro, que tenga la misma educación, que pertenezca al mismo estrato social, que tenga el mismo cuerpo saleroso. Lo habitual es que uno gane más que el otro,
o que uno gane y el otro no; que uno tenga una carrera o unos estudios más importantes o completos que el otro; que uno o los padres de uno tengan mejor coche o mejor casa o mejor yate que el otro; o que uno tenga más años que el otro. O sea: que el hombre valga más que la mujer, dicho en plata. La mujer acepta bien esta situación, como algo normal. í‰l gana el dinero y la mujer administra la casa. í‰l es el que compra el coche, y ella la que compra los zapatos; él el que hace la paella los domingos, ella la que hace la sopa a diario; él el que va a trabajar, ella la que se queda en casa (aunque sea a la vuelta de su trabajo). Como mucho, él es el jefe y ella la secretaria (él el médico y ella la enfermera).
Y esto se considera dentro de lo normal, es lo habitual. Al revés no funciona. No se ven parejas, o matrimonios, donde ella vaya a trabajar y él se quede haciendo de amo de casa. Si pasa eso es de forma temporal, por unos estudios, o en caso de paro o enfermedad, no porque la pareja convenga en vivir así­ de continuo (pa cutio, que dirí­a un castizo). Lo cierto es que el hombre no aguantarí­a eso. Y eso me entristece, en parte por la poca disposición del hombre para desechar un papel tradicional de la mujer, y en parte por la poca disposición de la mujer en tomar para sí­ el papel del hombre. Todo lo más que se puede
ver en cuestión de intercambio de papeles entre hombre y mujer consiste en el toma y daca: tú eres rica, pero yo tengo carrera; tú eres funcionaria con un sueldazo fijo, pero yo soy pequeño empresario; tú eres mayor que yo, pero estás muy buena y no se te nota… cosas así­.
Cuando el burdo labriego besa una rana y se convierte en princesa no son felices y comen perdices, ella se larga a palacio pensando en lo basto que es el destripaterrones, y él se va a la choza pensando en que no iba a aguantarle esos humos más allá de dos polvos.
Aclaro que, pese a lo que haya dicho antes, estas diferencias no tienen por qué significar que uno «vale» más que otro, sino que así­ es como lo vemos. Pero el hombre ha de prevalecer sobre la mujer, es nuestro destino, y el de ellas. ¿Cambiará esto algún dí­a? Mientras tanto, la mujer sigue mirando a su hombre hacia arriba y el hombre a su mujer hacia abajo.
Es hora de que hombres y mujeres nos miremos de frente, a los ojos, a la misma altura.
Yo, mientras, puedo decir muy satisfecho que mi mujer vale más que yo.
Y que se joda la estadí­stica.