Nuevamente Asturias

Cuánto nos gusta tener un fin de semana con puente para dejarnos caer por Asturias. Nuevamente.

Qué paz, qué siesta oyendo de vez en cuando un grajo y oliendo a naturaleza.

En el mirador del Fitu, desde donde se pueden ver por un lado los Picos de Europa, y por otro la costa desde Ribadesella hasta Larrés.


Esas casas de indianos que volví­an de América cargados de dinero y que se las construí­an para «grandonear», que dicen los indí­genas, y esas otras casitas de los aldeanos, en cualquier cuneta.

…y todo lo demás.

Top…icos

No sé qué me pasa últimamente que me persiguen los tópicos, así­ que me he puesto a hacer una lista de los cuarenta principales, la «Top…ico».
Por qué será que cuanto más los oigo, cuanto más los leo, más excepciones encuentro a estas reglas fijas de la conversación. Un tópico no es más que una premisa sin demostrar, y además indemostrable. Los tópicos son cuestión de fe y no de estudio. Cuando una persona se aferra a un tópico no lo suelta así­ le cortes la mano, es como el que nace del Barí§a o del Real Madrid, imposible que cambie de equipo.
El mismo Maquiavelo era simple y básico, como todo hombre, y seguramente le escribí­a los tratados de polí­tica su señora esposa, que, claro está, serí­a una bruja, como todas. No he querido cebarme en las distinciones por razón de lugar, o el tópico toponí­mico, porque eso ya serí­a inacabable, como empezase a decir que en Francia se come muy bien, en Inglaterra fatal, que los negros la tienen más grande, que los chinos son inescrutables, que los andaluces son muy graciosos, los catalanes tacaños, los argentinos todos, hasta los cojos, bailan el tango como dios y los gitanos tienen el ritmo en el cuerpo; los moros son celosos, como si los suecos no lo pudieran ser; los italianos son de la mafia; los mexicanos son muy machos (se ve que allí­ en México no hay homosexuales); los gallegos contestan con preguntas, los aragoneses son tozudos, los madrileños chulos y los valencianos, todos, sin excepción, saben hacer una paella que te chupas los dedos.
Pese a ser hombre y simple y básico, yo prefiero una buena discusión con sus ideas originales, sus razonamientos, su convencer o convencerse, a una conversación plagada de tópicos donde uno parece que se limite al hablar a poner una crucecita en lo que todo el mundo conviene.
Hay novelas deliciosas, las de Jane Austen sin ir más lejos, donde se leen deliciosas conversaciones y te das cuenta de que se ha perdido un arte, el de la polémica, en aras de la simplicidad del tópico, pero sobre todo se ha perdido la habilidad del razonamiento al hablar, el buscar los motivos y las razones, los indicios y las pruebas de aquello que se afirma o se niega, en vez de adscribirse a una corriente de opinión.
Disto mucho de ver las cosas en blanco y negro, las veo tan llenas de matices, y el tópico es claro, contundente, diáfano, pero yo sólo veo clara su intrí­nseca falsedad y sobre todo el peligro que lleva de arrastrarnos a lo facilón de suscribirse al tópico, cuando la gente, nosotros, tú, hombre básico y simple, tú, bruja, tenemos tal riqueza de pensamientos y actitudes propias, no gregarias.
Cada uno somos un matiz en el colorido de la humanidad, no una parte de un borrón blanco o negro.

    Los hombres son simples y básicos
    Las mujeres son todas unas brujas
    Los niños son adorables
    Los viejos saben mucho
    La juventud está cada dí­a más pervertida
    Las chicas jóvenes son todas unas golfas
    Los padres no entienden a los hijos
    Los de izquierdas son liberales
    Los de derechas son conservadores
    El tren siempre llega tarde
    Los curas viven muy bien
    Los policí­as son brutos y fascistas
    Los bailarines son todos gays
    Los gays tienen muy buen gusto
    Los poetas son muy sensibles
    Las rubias guapas son tontas
    Las gorditas son simpáticas
    El dinero no da la felicidad
    Los negros huelen raro
    Los que se meten en polí­tica sólo quieren medrar
    Todo el mundo defrauda a Hacienda
    Las madres quieren a sus hijos
    Los ecologistas son unos pirados que fuman porros
    Los abuelos son pesados y cuentan batallitas
    El servicio doméstico está imposible
    Los asalariados sólo quieren cobrar sin trabajar
    Los patrones explotan a sus empleados
    Los hombres sólo quieren sexo y luego si te he visto no me acuerdo
    Las mujeres sólo quieren pescar marido
    Los inmigrantes nos roban el trabajo
    Antes no hací­a tanta calor
    Los latinos son seductores
    Las latinas son más ardientes
    La televisión no hay quien la vea ya
    La música moderna es un ruido insoportable
    Cada dí­a se come peor
    En los periódicos no salen más que mentiras
    La belleza está en el interior de la persona
    El tamaño no importa
    En internet no hay más que porno

Más topicos

Fondo de armario


Mucho se habla de que el caballero bien vestido ha de tener un fondo de armario adecuado. Hoy os quiero presentar lo que hay al fondo de mi fondo de armario: mi floreada camisa jaguayana.
La floreada camisa jaguayana es prenda cómoda, ligera, fresca, y que lo mismo se puede llevar en ambientes tropicales que en las veraniegas noches españolas. Lógicamente es una camisa de fiesta, no está indicada para ceremonia, ni para vestir formal. Está especialmente recomendada para asistir a party’s playeras y a espectáculos nocturnos al aire libre. Debe evitarse, cuando se lleva, tomar té con pastas, chocolate con picatostes o sopa, no pega, es más de daiquiris, mojitos y combinados con sombrillita y rodaja de limón en el borde. Este tipo de camisa es muy celebrada entre los varones de mediana edad, debido a que su alegre colorido otorga a quien la usa una prestancia juvenil y un cierto aire desenfadado. No lo dudes: cuando una mujer te ve portar con soltura una prenda así­, no tiene ojos para otra cosa. Póntela y serás el centro de atención de todas las miradas.
Ah, se lleva con el cuello abierto, sin corbata.

Ayer en la playa

Lo cual que fuimos ayer a la playa aquí­ mi señora y yo, nudista, claro, porque nosotros somos gente de buenas costumbres, pero hay que ver cómo son algunas personas, hay que ver, los hay que no saben comportarse, como que estuve a punto de gritarle a una… ¡Cochina, desnúdate! ¿No ves que vas provocando?

Mi mujer me revienta

Sí­, si, tal cual suena. Y goza con ello la malvada. Yo, amoroso, acudo solí­cito a secarle la espalda cuando sale de la ducha, pero ella ¡ay! ella en cuanto se apercibe de que desnudo mi espalda para introducirme bajo el refrigerante lí­quido se cierne sobre mi maltrecho cuerpo con mirada ávida, con expresión de cazador de la sabana, con las afiladas armas de sus dedos dispuestas.

– ¡Huy, vaya cacho grano que tienes aquí­!

– ¿Seguro? Yo no me noto nada.

– Estate quieto. Enderézate. A ver, agáchate. Ponte aquí­ a la luz que no lo veo bien…

Y yo, mártir de mí­, sufro con conyugal resignación de esta atracción fatal de mi Manuela por las impurezas de mi cutis, que a estas alturas debe estar liso y terso cual busto de topmodel, cual culito de bebé, cual mejilla de macarena, cual…

– Qué difí­cil está este.

– ¡Ay!

– No te quejes tanto que aún no te he tocado. Este si no te lo quito se te infecta, sí­, sí­, vaya si se te infecta… ¡voy a coger las pinzas!

Cuando amenaza con las pinzas ya me sobrecojo. Noto cómo hurga despiadada en mis entrañas y temo que algún dí­a en una de estas llegue hasta el hueso. ¿Serán imaginaciones mí­as o realmente oigo una risa brujil mientras disfruta lacerando mis carnes?

– Ajjj, vaya lo que llevabas ahí­ adentro, hasta pus ha salido, qué ajco, como que se te ha quedado un agujero en la espalda ¡anda que si no llego a quitártelo!

¡Y se va tan pimpante y toda satisfecha por su buena obra! Sin duda alguna este es uno más de los arcanos con que nos confunde a los varones el sexo femenino. ¿Qué las atrae así­ a procurarnos tales tormentos con la excusa de nuestra salud, y cómo nosotros, infelices, les damos nuestro beneplácito para tan crueles costumbres? Porque no es sólo mi mujer quien se da a estas prácticas, no, es un uso cotidiano del matrimonio. Creo que en tiempos, el cura al unir a una pareja preguntaba aquello de «la amarás, la protegerás, y dejarás que te reviente granos y espinillas…» que luego se perdió cuando se tradujo la misa del latí­n.

Desde un punto de vista antropológico este tipo de acciones provienen ya de cuando éramos simios y nos quitábamos parásitos de la piel; con la llegada del homo erectus y luego del sapiens, perdimos pelo donde esconderse los bichos, pero ganamos en granos, pústulas, barrillos, espinillas, habones, que la hembra de la especie debí­a erradicar del grupo, como parte de su función higienista; de la misma forma que el macho cazaba, la hembra reventaba granos. El porqué disfrutan con ello milenios después es algo que se me escapa. ¡Ah, cuán impregnados estamos de los hábitos ancestrales, cuán dentro llevamos el espí­ritu grupal primigenio, cuán cerca nos encontramos aún del homí­nido cazador y sus reacciones básicas!

Pero hay otro misterio en todo esto: ¿Y ellas por qué no tienen este tipo de impurezas cutáneas? Porque si pudiéramos pagarles con la misma moneda ya serí­a otra la historia.

– ¡Revienta, revienta, que luego te vas a enterar!

– Glups.

Pero no, ellas son perfectas, lisitas, ya puedes mirar con lupa que tienen una espalda como busto de topmodel, como culito de bebé, como mejilla de macarena… ¡qué injusticia! ¿Formará esto parte de la discriminación positiva?

Llevo mucho tiempo discurriendo algo con que defenderme de este hábito escrutador de mi mujer, pero nada, que no me sale. Aunque una cosa buena sí­ tiene: se siente uno miembro de pleno derecho de la tribu.

No es bueno ponerse a estudiar a la mujer, porque acaba uno sabiéndose mucho más tonto que antes de empezar y se deprime.

¿Y tú también eres ví­ctimo o verduga?