¡PROHIBIDO!


SE PROHIBE FIJAR CARTELES en la mente de los niños
SE PROHIBE EL PASO de la oca
SE PROHIBE CANTAR misa EN ESTE BAR
SE PROHIBE ESCUPIR verdades
SE PROHIBE PISAR EL Cí‰SPED con botas militares
SE PROHIBE JUGAR solo A LA PELOTA
SE PROHIBE a los suicidas ALEJARSE DE LA ORILLA
SE PROHIBE TOCAR EL Gí‰NERO femenino
SE PROHIBE HABLAR con los espí­ritus EN VOZ ALTA
SE PROHIBE VERTER pensamientos BASURA
SE PROHIBE FUMAR lo que no venden en los estancos
SE PROHIBE APEARSE de la revolución EN MARCHA
SE PROHIBE ESTACIONAR el amor EN DOBLE FILA
SE PROHIBE ARROJAR ESCOMBROS sobre las reputaciones
SE PROHIBE EXPENDER MEDICAMENTOS contra el amor SIN RECETA
SE PROHIBE LA ENTRADA en el paraí­so A LOS MENORES DE 18 Aí‘OS
SE PROHIBE PESCAR sirenas
SE PROHIBE HACER FUEGO con las mil mejores poesí­as de la lengua castellana
Tomás Galindo ®

Sientesén, coño.

Qué barbaridad ¿ya hace veinticinco añitos (poco más o menos) que escribí­a yo esto? Cómo pasa el tiempo, parece que fue anteayer.

Prietas las filas. Marciales cual cosacos.
Cantando una canción ya tranochada.
Saludando todos, la mano alzada,
oliéndoos unos a otros los sobacos.
Os gustarí­a montaros otro atraco,
perdón, quise decir… otra cruzada,
y despertar a España, ya olvidada
de la entrañable memoria de don Paco.
Podéis ser brutos, pero no inconstantes,
pues queréis que aún os dure vuestro invento;
mas, si tras tanto hablar del movimiento
negáis todo el que sea hacia adelante,
ni aun de humanos teneis categorí­a,
os quedáis, no sé si en piara, o en jaurí­a.
Tomás Galindo ®

LA POESíA (Poemas en oferta)


Poesí­a, poesí­a
que inundas el alma mí­a
Noto que en mi pecho pí­a
una golondrinerí­a.
¡Qué alegrí­a, qué alegrí­a!
Este romántico afán
que mi corazón ardiente
hace temblar como un flan
y repartirlo a la gente.
Este entregarse a diario
verso a verso y letra a letra.
Este ver cómo penetra
en el lector tu ideario.
Y saber que quien te lea
hace de repente ¡plon!
y comulga con tu idea
y digiere tu emoción.
Poder contar lo que ves,
lo que gozas o padeces
(que depende de las veces)
¡Y lo barato que es!
No necesitas pincel
ni mármoles ni alabastros,
si abundan los poetastros
pues sólo gastan papel…
Qué gustito da, qué cosa,
escribir una obra de arte
con rapidez prodigiosa,
y sin tener que esforzarte
¡no hay que saber expresarte!
Pones palabras a bulto,
y a quien quiera cuestionarte
le dices que es un inculto.
Haces una oda en el acto,
con decir que eres abstracto…
P’a mí­ que la poesí­a
es arte y eucaristí­a.
Pero alguna gente lerda,
creyendo ser un mesí­as,
«se dan» en sus poesí­as,
y te tragas cada mierda…
Tomás Galindo ®

A recoger recuerdos y migajas

El soldado Oz

a recoger recuerdos y migajas
fotos viejas y estampas de otros dí­as
cuadernos rotos y melancolí­as
ecos de la niñez y otras alhajas
de cuando el tiempo se contaba en horas
de tardes de bonanza y veraneos
acuñando melí­ficos deseos
con tiernas impurezas tentadoras
el bolsillo repleto de emociones
aprendices de brujo o bien de santo
descubridores de todo aquello cuanto
se pudiera esconder en los cajones
contrabandistas de cualquier frontera
transgredí­amos la ley nunca escrita
de no orinar en el agua bendita
perseguidores del que se moviera
náufragos de las mil desilusiones
creyendo especial lo que se acostumbra
en un beso fugaz en la penumbra
í­bamos a estrenar los corazones
ay si el pálpito aquel se repitiera
como caligrafí­a en los cuadernos
y pudiéramos allí­ ir a leernos
y el alma al vernos se nos detuviera
en el cuarto de estar de los abuelos
con la tarde muriendo en los cristales
y cómo parecí­amos formales
y cómo levantábamos el vuelo
de los librotes arduos de la escuela
porque como conoce todo el mundo
cuando el tema a estudiar es más profundo
más alto alumnado vuela y vuela
qué noche de inquietud qué dí­a loco
qué de amarguras sinvivir afanes
qué pecho tan sembrado de volcanes
qué poco conocí­amos qué poco
no sabí­amos que éramos felices
de qué nos sirve haberlo descubierto
ahora que el corazón es un desierto
más que para reabrir las cicatrices
hoy que hemos olvidado lo que fuimos
y despertamos con los sueños rotos
hoy que se han puesto ya sepia las fotos
y expiró la niñez que contuvimos
y no queda de aquella ni aun el poso
a la memoria se me vuelca entera
y me pongo a llorar porque yo era
tan hermoso dios mí­o tan hermoso
* * * Tomás Galindo®

Los muertos (Calypso)

Por qué guardamos a nuestros muertos
en esas cajas que están tan prietos,
y les dejamos, pobres difuntos,
en esos nichos que están tan juntos,
donde cualquiera puede habitar,
donde carecen de intimidad.
Si van los deudos y se equivocan,
y hasta le rezan al que no toca.
Llega la viuda por su marido
y encuentra un ramo que es del vecino.
La pobre viuda se desespera
¿será una amante que le recuerda?
Imaginando un adulterio
se va hecha polvo del cementerio.
En esas tumbas no hay quien viva,
hay que buscarles alternativa.
Allá en el Tí­bet, despedazados,
bajan los buitres a devorarlos,
pero son sucios los carroñeros,
dejan el monte que da asco verlo.
También solí­a el pueblo vikingo
dejar sus muertos en un barquito;
ahora serí­a desagradable
hacer windsufing junto a un cadáver.
Los mayas guardaban con esmero
a sus difuntos en un puchero,
y los poní­an bien ordenados
como si fuera el supermercado;
sólo que sin letrero que indique
que estos potitos son de cacique.
En Roma poco se complicaban,
porque cogí­an y los quemaban;
esa serí­a la solución,
y se ahorrarí­a calefacción,
pero otro fallo se nos presenta,
que contamina más de la cuenta.
Dejan los siux a los parientes
en un cañizo a que se aireen,
pero es un foco de enfermedades
porque los moscos van a millares.
Mejor no hablamos de Oceaní­a,
que alguna tribu se los comí­a…
Así­ que abogo porque volvamos
como en Egipto a momificarlos.
Porque una momia de calidad
es un adorno original,
y hasta podrí­as utilizarla
de paragüero junto a la entrada,
o, qué perchero más ideal
que si pusieras un tí­o carnal.
Hasta te harí­as tu muertoteca
y cambiarí­as tí­as por suegras,
y así­ variar la decoración
poniendo un primo en el salón.
Porque una momia de confianza,
entre que luce, y que acompaña,
y que te viste toda una estancia,
te ahorra el buen gasto que es un sepelio,
te hace un servicio y da un consuelo.
Tomás Galindo ®