14 de febrero

Dedicado al Corte Inglés que tanto hace para que nos amemos.
Pa decirte que te quiero
te regalo este poema,
porque es que tengo el problema
de andar corto de dinero.
Pero sé que tú, mi vida,
con tu corazón amante,
como si fuera un diamante
lo aceptarás conmovida.
Con movida… porque esperas
menos verbo y más parné,
pero te dedicaré
estas palabras sinceras:
Chiquilla, me tienes loco,
estás que quitas el hipo,
pero no por tu buen tipo
¡que das susto como el coco!
Pero a mí­ eso me da igual,
lo que importa es lo de dentro,
y si tú eres un encuentro
entre humano y animal
no voy a fijarme en eso,
ni en que bizquees tampoco,
ni en que te laves tan poco
que siempre huelas a queso;
ni en que te cuelguen las tetas,
gracias no tengas ninguna,
que serí­as la vacuna
a la lujuria en porretas.
Aunque vomitar me hagas
cuando te voy a besar,
y se puedan proyectar
pelí­culas en tus bragas;
te quiero con tus defectos,
chilles como una olla express,
calces un cuarenta y tres
y te pedas con efecto.
Aunque tengas almorranas,
ojeras, granos, verrugas,
mollas, morreras, arrugas
y sudes a palanganas;
y se te caiga a puñaos
el pelo cuando te peinas….
para mí­ tú eres, mi reina
¡la que corta el bacalao!
Tomás Galindo ®

La dolorida rosa

aquí­ está aquí­ la dolorida rosa
que nace entre la raya de tus pechos
y vierte sus caudales satisfechos
de la ambarina luz que le rebosa
aquí­ se estremeció la poderosa
masculina flor de mi derecho

aquí­ fui cobijado por tu seno
imantado quedé de tus mejillas
aquí­ se me ofrecieron maravillas
todo lo que en amor hallé de bueno
lo llevo navegado en tus orillas
y todo mi equipaje en ti lo lleno

aquí­ mordí­ tus lóbulos y luego
cerré a besos el gris de tus pupilas
y temblaron para mí­ como dos lilas
tus sienes encendidas en el fuego
primitivo y mortal en que me asilas
y gustoso a incendiarme te me entrego

en este mapa de tu anatomí­a
hallé mi voluntad y hallé mi centro
aquí­ me sofocó desde tu adentro
la salina caricia que salí­a
de mieles y limones al encuentro
a juntarse gozosa con la mí­a

cuando esa laxitud que paladeo
para mi tallo plantar reverdecido
qué silencio gusté sobrecogido
el aliento el pulso el pestañeo
sonaban como obuses de deseo
y cuánto por tu boca fui invadido
* * * Tomás Galindo ®