Contra mí­ mismo, y los demás poetastros.


Poeta de aluvión,
atroz castigo,
haces que la emoción
importe un higo.
Azote de la voz y del idioma,
tú, que dejas las musas en porretas
con las ristras de versos que perpetras.
Que por ningún camino vas a Roma,
y expones sin pudor puzzles de letras.
Tu palabra me pica como un grano,
como un grano no… como un sarcoma.
Me da vergüenza ajena que tu mano,
que podrí­a servir para algo sano,
como sacarte mocos o rascarte,
utilice la pluma de escopeta
y ametralle la lí­rica y cometa
o lesa humanidad, o leso arte.
El tener vocación no da derecho
a poder desarrollarla. Tú imagina
que en lugar de poesí­a es medicina.
¿Te iban a dejar sajar un pecho
y llamarte aprendiz de cirujano?
Escribir es igual, sólo es distinta
la mancha, que de sangre es ahora tinta.
Poeta de aluvión,
mi igual, mi hermano.
Torero de salón,
cristo gitano.
Vas de la voz que clama en el desierto,
cuando es más cierto,
que no saldrás a hombros sino muerto.
Que juegas al billar con una idea
y queriendo ponerla en un jardí­n
la arrastras por su cieno y su purí­n,
embarrándola en todo que la afea.
Es que tienes la rara habilidad
de pisar las rosas,
enturbiar las fuentes,
guardar en un cajón las mariposas,
resaltar la fealdad
y cagarte en la puerta del ausente.
Ignaro en gramática y sintaxis,
sin zorra idea de la ortografí­a,
lector de metro y de peluquerí­a,
que confundes el culo con la praxis.
Que dices que la rima condiciona…
porque eres incapaz de un pareado.
O mutilas aquello que emociona
por encajar un ripio más rimado.
Que al buen poeta
la rima no encorseta.
Y rimar siendo poeta malo
es envolver la mierda de regalo.
Poeta de aluvión,
octava plaga,
que tienes como don
lo que empalaga.
Fregatriz que leyó un libro una vez,
que en gramática estuviste siempre pez.
Tú que haces llorar con un sainete,
tú que confundes ritmo y sonsonete.
Que dices darte un aire a lo Quevedo…
sin indicar que ese aire es de algún pedo.
A ti, que te suena a chino la armoní­a
aunque emborrones folios cada dí­a.
Que en tus escritos no hay mierda que no pises
ni tópico con que no nos martirices.
Aunque desprecias lo que no conoces
vas de sofisma en sofisma dando coces.
Vuelve a la celda acolchada, a la cocina,
al taller… vuelve a tu esquina;
hazte de una oenegé, métete a gánster,
haz punto, guisa, crí­a hamsters;
deja la poesí­a, va, que la estropeas.
¡Y aún extraña que luego no se lea!
Ojalá que te pase lo que a mí­,
que fui tan mal poeta como tú
y, tras pensarlo mucho, Belcebú
me condenó a este blog cuando morí­.
Tomás Galindo ®

11 respuestas a «Contra mí­ mismo, y los demás poetastros.»

  1. Alicia, mortí­fera,
    áspide narcótica
    y esdrújula plumí­fera
    de la crí­tica babilónica:
    amor, di beso no ósculo,
    di copión no émulo,
    di obstáculo no óbice,
    di caraculo no rostro feérico,
    di bigarillo no miembro fálico,
    di cojones no dual gonádico.

    La glamourose cabra.

  2. Buení­simo, me ha encantado y me deja con una seguridad. Mis versos no los muestro ni loca, mejor me pongo a criar hamsters 😀

  3. ¡Del descojone sufro, condenado!
    tiempo ha que con tal gana no reí­a,
    doy gracias a Satán por tu poesí­a,
    ojalá que a mi muerte me condene
    a un destino tan cruel, o parecido,
    Que no es por envidiar lo que otro tiene,
    pero si sé que un don me ha de ser dado,
    ahora mismo yo voy y me suicido.

  4. alguien tení­a que decirlo. Me encanta el poema de Gatopardo, es genial.

  5. La poesí­a no es sagrada
    y a mí­ me inspira una meada.
    No me quitan las ganas de escribir
    aunque me obliguen a ser fakir.
    Y ahora escupo, anudo, te hago judo y no me escudo
    que a la poesí­a yo, se la sudo.

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