Tengo el convencimiento de que no llamamos poesía, o música, o pintura sino a lo que en realidad es sólo una parte de la poesía, o la música, o la pintura, por citar aquellas artes que más nos impactan o que más cotidianas se nos hacen. Quizá en nuestro afan de apoderarnos de todo lo que nos rodea hayamos querido, incluso, hacerlo de aquello que es intangible, inconsustancial, y que atañe a la parte espiritual de las cosas. Porque se puede decir que las mismas rocas tienen parte espiritual desde que se la damos mirándolas y entendiéndolas. No creo que nos entre más música por las orejotas oyendo a Mozart o a los Rolling, que oyendo fluír un arrolluelo primaveral. Ni creo que los pinceles de don Vincent Van o don Pablo Ruiz excedan en arte a la naturaleza cuando pinta las cortezas de los abedules. Y en cuanto a la poesía, ah, la poesía… mucho celebramos a los Nerudas y los Machados, pero el otro día andaba yo paseando y un nene que jugueteaba en el parque le decía a su abuelito: «Yayo ¿cuando las flores vuelan se llaman mariposas?». El yayo le gruñó para quitárselo de encima. Porque quizá el hombre no ha inventado la poesía, la música o la pintura, pero sí que ha inventado todo lo contrario.