-¿Y esa llave inglesa encima de la mesa del comedor?
-Ah, es la que uso para sujetar el libro y poder leer mientras como.
Claro, ya sé que no es muy corriente tener una llave inglesa sobre la mesa del comedor, pero viene bien para eso y así no necesito un atril. Claro, eso no puede ser más que en una casa de soltero, en una casa con mujer sería algo impensable. Porque, desengañémonos, nuestras casas, amigos, esas casas que compartimos con ellas, a las que amamos, a las que entregamos nuestro corazón, no son nuestras, son de ellas. Ellas son las que dicen dónde van los muebles y qué muebles. Ellas eligen el color de las paredes (sí, ya sé que siempre preguntan, pero no es para saber qué quieres tú, sino para reafirmarse en tu mal gusto). Ellas eligen visillos y cortinas. Ellas llenan de pañitos cada rincón vacío de los muebles. Ellas colocan el ajuar en los armarios de la cocina y las habitaciones, cada cosa en su sitio. En «su» sitio, y «su» sitio es el que ellas dicen y eso es una verdad indiscutible, como la santísima trinidad, como el verbo que se hizo carne y habitó entre nosotros. Ellas dictan la disposición de las cosas en el hogar y marcan la raya entre lo malo y lo bueno. Cierto que los hombres somos como somos y nos dejaríamos caer en la desidia. Soy buena prueba de ello, sé cómo tenía la casa. Pero las mujeres no admiten término medio. No, la casa no puede estar a mitad de camino entre como la quiere ella y como la dejaría él, no: la casa ha de estar como quiere la mujer. Como dios manda. Viven con el fantasma del mayordomo de la tele con su algodón pringado de polvo atormentándolas en sus pesadillas. Yo reivindico un término medio entre los chorros del oro de la mujer y la cuadra llena mierda del hombre. ¿Por qué la casa ha de ser territorio exclusivo de la mujer, eh?
-¿Pero por qué te pones a fregar los cacharros a estas horas?
-¡No se van a quedar ahí toda la noche!
-¿Y por qué no?
-¡Porque huele!
-¡Pero si por la mañana se queda toda la casa abierta de par en par que hay que ir con abrigo y bufanda!
-Pero los cacharros no se pueden quedar toda la noche en la fregadera.
-Pues no lo entiendo.
La casa ha de estar siempre en perfecto estado de revista, como si cada día fuéramos a tener visita de cumplido, y sobre el sofá de la salita no puede haber ni un solo abrigo… ¡cuando todo el mundo sabe que el sofá de la salita es el sitio ideal para ir dejando y cogiendo las prendas de salir, y mucho más cómodo que andar colgando y descolgando! La casa ha de estar siempre como si mamá viniera a sorprendernos, cuando tenemos un montón de ropa sucia escondida en el cuarto de baño ese que sólo usamos para esconder la ropa sucia. La casa ha de estar siempre como si acabaras de parir y desfilara toda la familia a conocer al rorro. La casa ha de estar siempre como si fueran a sonar las trompetas del juicio final y nos cogieran sin Fairy. La casa ha de estar siempre como si Don Limpio fuera a venir a ligarse a tu señora, con lo macizo que está…
-Hay que limpiar esas cortinas, que están llenas de polvo.
-¡Pero si están colgadas, no son suelo, no son alfombras, cómo se va a posar el polvo!
-¿Seguro que no te limpias los zapatos con ellas?
-Eso sólo lo hago en los hoteles, una vez me limpié… otra cosa con un visillo y luego me picaba…
Al hombre sólo le queda el reducto del cuarto trastero, donde puede amontonar todas esas cosas absurdas que tenemos los hombres, y que resulta que hacen tanta falta en una casa como los perros en misa.
-Yo quiero poner mi Black and Decker en los estantes de la librería, como tus figuritas de porcelana.
-¡Te has vuelto loco!
-Es muy bonita ¿no te gusta? Además, ahí debería haber libros.
-Los libros cogen mucho polvo, y humedad, y huelen, y esas figuritas son regalo de la tía Consuelo, y son de Lladró.
-¿Ahora tiene Lladró fábrica en Tailandia?
Cuando uno enseña su casa, su casa de soltero, siempre se levantan voces que dicen aquello de «aquí falta la mano de una mujer». Pero cuando uno enseña su casa de casado nunca dice nadie «aquí sobra la mano de una mujer», ah, no, lo que la mujer disponga es santo y bueno, y lo que a uno le apetezca, sin duda choca con las más elementales normas de la estética, de lo convencional y de lo «comme il faut»; lo que a uno le apetezca es siempre sinónimo de chabacano, impertinente y fuera de tono.
-Y ahí colgaremos el paisaje al óleo que nos pintó mi amiga Carmenchu -siempre tienen una amiga pintora- que hay que ver qué buena mano tiene Carmenchu, debería hacer una exposición, seguro que vendería los cuadros.
-Vale, pero en la pared de enfrente quiero poner enmarcado la foto del Barí§a cuando ganó la copa de Europa. Vaya golazo aquel de Koeman…
-…debería decirle que me pintara algo más pequeñito para la pared de enfrente -evidentemente no ha llegado siquiera a entender que hablaba en serio- para que no se pegue con el chinfonier -el chinfonier ¿entienden?- y que sea algo en tonos pastel.
-Sí, querida, sí, es un cuadro muy lindo, con su césped, su vaquita que ríe, sus amapolas, sus anémonas, su montón de heno, su cabañita con la ventana abierta y una maceta con un geranio en ella, sus tronquitos apilados en la pared, su nube, su medio sol en la montaña nevada, su otra montaña boscosa, su manzano, su niña en su columpio, su hermanito columpiándola, su perrito, su cabrita, sus patitos en fila, su arroyuelo, su puentecito de tablas, su carreta con bueyes a lo lejos, su rana en su charco, su…
-Su quetecalles.
-…su quetecalles. ¿Y si en vez del Barça pongo a los del Español, que van más de color pastel?
QueridOz, entre la obsesión por la limpieza y el orden a el hecho de vivir en un lugar medianamente ordenado, medianamente limpio y medianamente habitable hay un buen trecho, pero tranquilo ya aparecerán voces por aquí que te lo confirmarán.
Lo de la foto del español, es negocianle.
Lo de la limpieza en la cocina es fundamental, ahí es donde se preparan los alimentos que vamos a comer después y donde las bacterias y gérmenes, si no se limpia, se reproducen como conejos.
Lo de la taladradora en la librería es negociable, siempre y cuando lo que quites para poner en su sitio sean libros, TUS libros.
Lo de limpiarte no sé qué en la cortina puede ser la causa de que atravieses el cristal de dicha ventana en dirección a la calle, bien llueva o haga sol.
Y por último, si no fuese porque te quiero, vas entendiendo MI manera de hacer las cosas y mi sentido del humor me permite reirme con este artículo de la misma forma que tú lo has escrito, medio en serio medio en bromas¿Tú te crees que yo me casaría contigo?
Mira que tenemos paciencia y buen humor ambos…
Ay!
Treponema, guapa, dile algo al papá anda.
Oz!!
que es esa caretita tejida arriba del sillon!!!!!!!!!!!!!!!
eso en casita de señores no se ve!!! 😉
Rochi, en casa de señores modernos, de nuevos ricos no se ve, cierto. Pero en csa de señores de rancio abolengo, amos los grandes señores de toda la vida con tradición y tal sí se ven. Son herencia de una tía abuela de Oz y han de seguir estando en la familia, algún día los heredará su hija.
Me he partido de risa, literalmente, ahora hay un trozo de mí que no encuentro, me voy a poner a buscarlo, no esté cerca de la black and deker de MedioLimon