No dejes el amor en la ventana,
mira que tiene alas.
No lo dejes tampoco destapado
mira que se evapora.
No dejes el amor a la intemperie
porque se hiela y muere.
Ni lo arrimes tanto a la lumbre
que se queme.
Qué delicado el amor, por cualquier cosa
se marchita, se aja, se acatarra,
tiene mala salud,
un vientecillo acaba con su vida.
Al amor le va bien el ejercicio,
salir al campo, ver correr el río,
usar de sus riberas como lecho
y copular discutiendo si las nubes
tienen forma de oveja o de zapato.
Dale bien de comer, comer de todo,
que coma cuerpo amado y beba mucho
del zumo que destila y que te embriaga
(por la boca se curan los amores).
Y si ves que aun así tu amor se muere,
se va haciendo chiquito como un punto,
aún te queda la opción desesperada
de dar tu corazón a quien lo quiera,
que lo use y lo disfrute, que la vida
es una suma de segundas oportunidades.
Y terceras.
Tomás Galindo ©