Quéjase una conocida revista de que los niños de hoy en día están entregados a la guemboi y ya no leen tebeos como antes, ni juegan con una caja y una cuerda, ni se hacen coches con un cajón de frutas y cuatro ruedas, ni montan una tienda de campaña en casa con dos sillas y una manta. Pues a mí me parece bien. Yo era de los que cambiaban tebeos por dos reales, y si eran nuevos o extra, por una peseta; y jugaba con soldaditos (de plástico, de plomo no llegué a conocer) y una «arquitectura» (trocitos de madera pintados, precursores de los Lego). Pero si hubiera tendido una guemboi le habrían dado mucho por culo a los caobois de plástico y las cajas de zapatos, lo reconozco. En esta tesitura, hago somero balance de la cantidad de chismes que forman parte de nuestra vida cotidiana sin apenas darnos cuenta: el teléfono móvil, el mando a distancia, la cámara digital, el molinillo de café eléctrico (y no aquel de manivela), la tostadora, el microondas, el cepillo de dientes vibrador, la secadora de pelo, el abrepuertas a distancia del coche, el exprimidor, la licuadora, el aspirador, el vídeo, el DVD, el radiocasete, el compact… y no sólo lo eléctrico y destripable, no, cosas como las toallitas para el aseo, los clines, las maquinillas desechables, las lentillas… modernidad, ciencia y técnica en pequeñas dosis. Progreso en píldoras. ¿Hasta qué punto todo eso no es más importante que los grandes empujones de la historia? ¿Es más importante el velcro que la caída del muro de Berlín? Lo del muro dio mucho que hablar, pero ahí tienes el velcro, triunfando a través de la historia cuando muchos ya no se acuerdan de la guerra fría. Lo importante quizá no sea ir a la luna, sino que en el camino se van inventando chismes, la comida liofilizada, el cierre hermético de las bolsitas de plástico. Pero quizá el sigo XX, ese viejito que se nos fue vestido de tergal, calzado con boscalf y comiendo yogur con bífidus, ese siglo, digo, vio nacer el invento más importante de todos: la idea. Por primera vez en la historia se empieza a patentar ideas, modos de actuar, códigos matemáticos, algoritmos, softguar. Antes uno inventaba el chisme, ahora puede inventar el modo de pensar para llegar a este chisme o a otro; puede patentar la máquina de hacer determinados chismes: el programa. Hemos dado categoria auxiliar (de momento) al chisme que nos ayuda a discurrir, chisme que quizá un día nos jubile de pensar como nos ha jubilado de salir a la calle a jugar al pelotón, de echar fichas en teléfonos públicos, de levantarnos a cambiar de canal, de arreglar las carreras de las medias, del sifón, del bicarbonato, de las gafas de culo de vaso, de… de… de…