Feliz cumpleaños, le dije a mi querida alfombrilla al poner mi mano sobre ella esta mañana. Qué de añitos ya juntos, parece que fue ayer ¿recuerdas? cuando te me regalaron al comprar mi ordenador, aquel ordenador con el sistema operativo 3.11 de windows, aunque pronto lo reemplacé por el maravilloso 95. Lo que sí recuerdo fue que era en el mes de abril, el año no ¡no se puede estar en todo!
Qué de aventuras juntos, navegar por el proceloso océano internáutico, descubrir los procesadores de texto y los de tratamiento de gráficos, aquel Corel que hacía la competencia a Photoshop, las primeras páginas web… Cuánto has tenido que padecer a mi lado, golpes de ratón cuando me enfadaba, vertidos de cerveza (sin) y de té, manchurrones de chorizamen, tortillas varias, salsas, refregones con quesos, cruasanes mantequillosos y helados goteantes. Ah.
Otro ya te habría cambiado por una nueva, incluso me regalaron algunas, pero yo me resisto a no verte, como siempre, ahí, haciéndome el callo en la muñeca derecha. Como dios manda, y por muchos años.
(Nota: recordar escribir un artículo sobre el jersey Levys que compré en 1980, que está como nuevo ¡y me vale!, otro sobre la silla sobre la que me siento desde 1982, ah, y sobre el par de gafas Rayban que compré en el 77…)
Qué dolor tan divertido (el amor)
Paseo
siesta
https://youtu.be/J_aZTafiINQ
El sol
El sol, aun mortecino, deslumbra.
Hacia el crepúsculo caminamos,
cansados, sin apenas mover los brazos,
al hombro un equipaje pesado.
El silbo del caminante ya no suena,
aquella grata canción que aliviaba
fríos y calores, tormentas y vendavales,
calló, y es monotonía de la pisada en la grava
una y otra vez, discordante ruido.
El alegre chirrido del grillo
quedó atrás con los verdes pastos,
como el zumbido de la dorada obrera.
Qué mínimo reflejo de sol cargó la abeja
y se llevó con ella a nuestra espalda.
Dan ganas de dejar la carga,
de quitarse la camisa y de exponer las carnes
por un minuto al frío que acobarda,
porque uno sabe que crea su calor,
su propio calor, con el paso cansino e incesante,
y que el cansancio abriga
y que parar es rendirse al frío y al camino.
Hacia el crepúsculo,
buscando una respuesta,
pero sobre todo
buscando una pregunta.
Dime ¿tú recuerdas cómo era el amor?
Para quitarse el lastre y dejarse vencer y descansar
tiritando de frío,
sonriendo
al fin.
Tomás Galindo ©