Polí­tico

 

Polí­tico que con tu verbo nos aturdes,
prometes solución a tantas cosas
y en forma tan harto milagrosas
que te debes creer Virgen de Lourdes.
Ya teneis a la audiencia amodorrada
con tanto castigar nuestras orejas,
que oiros es oí­r rezos de viejas,
porque decir… decir, no decí­s nada.
Su sonrisa se prueba ante el espejo,
halla la que le va pintiparada,
desarruga un poco el entrecejo,
se la pega con cola en poco rato,
y cuando al cabo la tiene bien sujeta
aparece el señor con una jeta
de no haber en su vida roto un plato.
Y es que la publicidad,
esa ciencia del engaño,
consigue cualquier apaño,
dulcifica la maldad
y hace sabio al ignorante.
Así­ coloca a buen precio
desde un polí­tico necio
a cualquier desodorante.
Su imagen venden con tanta
desfachatez como tino,
y consiguen de un pollino
un polí­tico que encanta
por su grácil oratoria,
su apostura y simpatí­a,
cuando mejor estarí­a
dando vueltas a una noria.
Tanto insisten que algo queda,
que es eso lo que pretenden,
pues, al fin y al cabo, venden
monas vestidas de seda.
Cuando en la tele los ves tan arreglados,
tan pulcros, tan seriotes y tan bellos,
y que además parecen todos ellos
de esos que no se peden ni en privado,
yo pienso para mí­ todo contrito
que, o bien es verdad que son sinceros,
o que en vez de mirar un noticiero
estoy viendo el anuncio de un bonito.
Qué diarreas me dan cuando les veo
esas sonrisas hipócritas que ostentan
los que la vara del poder detentan,
que rezuman soberbia y cachondeo.
Qué espectáculo triste el de esta tierra
plagada de mendigos y parados,
de ciudades frí­as, de montes quemados,
de jóvenes viejos, de rí­os de mierda,
de pueblos sin agua, crí­os sin escuela,
cagadas de perro, pasotas, drogados,
calles sin un árbol, putas quinceañeras,
viejos sin sonrisa, barrios marginados,
niños delincuentes de mirada tierna.
Aun sabiendo lo cierto de los hechos,
siguiendo la costumbre, españolitos,
lejos de obrar os tocareis los pitos
quedando, tras cornudos, satisfechos.
Lo peor es que todo lo sabemos,
y a pesar de que no nos engañamos,
por el ojo sin niña nos pasamos
todo lo que hay que hacer, y que no hacemos
Tomás Galindo ®

11 respuestas a «Polí­tico»

  1. A algunos polí­ticos más que un poema les vendrí­a bien que les escribieran un epitafio o un aviso fúnebre en primera plana del diario.

  2. …aparece el señor con una jeta
    de no haber en su vida roto un plato.
    Y es que la publicidad,
    esa ciencia del engaño,
    consigue cualquier apaño,..

    Que gran verdad… 😉
    Como siempre, un placer leerte, un beso 🙂

  3. Conozco un grupo de adolescentes que se pirrarí­an por hacer con esta letra una de sus canciones de hip-hop.

    Un beso

  4. Ahora entiendo tus pensamientos en romance, Oz. Y en romance lo pongo:
    POR LA VEGA CATALANA

    Por la vega catalana,
    cabalgando casi en cueros,
    hasta cuarenta gomeles
    seguí­an a Zapatero,
    que raptada lleva a España
    camino del Parlamento.

    «Detén el llanto, cristiana,
    no me saques de mis fueros,
    que eres mi botí­n de guerra
    y la ambición de mi pecho.
    Quien quiera volver a verte
    tendrá que pagarme impuestos,
    mientras sesteas, tranquila,
    en mi jardí­n de silencios.
    Detén el llanto, caramba,
    que a Cataluña te llevo
    para que sepa Carod
    que libre el campo le dejo.
    Hazle sitio al Estatuto,
    que es muy tozudo el sujeto
    y, además, republicano:
    como yo, pero en paleto;
    casi como Jose Blanco,
    pero de hablar más severo:
    menos mal que el catalán
    es jerga que no comprendo,
    pues si entendiera sus dichos
    me encanecerí­a el pelo
    y temblarí­an mis manos
    como llevadas del viento».

    «Detén el llanto, cristiana,
    porque soy un rojo bueno
    que sueña en un mundo justo,
    justo bajo los pies negros
    de mis cuarenta gomeles
    que llevan odio en el pecho
    y en la silla van dejando,
    por cabalgar tan a pelo,
    el forro de sus testigos,
    la piel que guarda sus huevos.
    Detén el llanto, cristiana:
    cuarenta gomeles tengo
    para secar esas lágrimas
    y hacerte, como deseo,
    Nación de muchas naciones,
    madrastra de muchos pueblos,
    y Patria de casi nadie,
    pero Estado de Derecho.
    Mis fuentes y mis jardines,
    espejismos del desierto,
    harán que olvides del todo
    tu estirpe de caballeros,
    pues tengo yo, mi sultana,
    a catalanes charnegos
    subiéndoseme a la parra,
    llegándome a los hoyuelos,
    tocándome los errores
    de mandar gracias a ellos.
    He de acallar mientras tanto
    la gala de mis proyectos,
    las luces de mis neuronas,
    la lumbre de mi cerebro,
    y encerrarte en los jardines
    do los votos me metieron.
    Así­ que calla, cristiana,
    que Carod me tiene enfermo
    y amenaza como nadie
    la roja flor del gobierno».

    Volvió en silencio la espalda,
    cuitado por ser sincero
    en la vega catalana
    con sus gomeles por medio.

    Lo fizo Arturo, que es Robsy, recordando, muy discreto, la «Oriental» de D. José Zorrilla, donde un capitán moro andaba en compañí­a de gomeles.

  5. Hay alternativa?
    Si alguien la tiene, que la pase.
    Un argentina le estará agraadecida y ni les cuento mis compatriotas!

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