No sé qué me pasa últimamente que me persiguen los tópicos, así que me he puesto a hacer una lista de los cuarenta principales, la «Top…ico».
Por qué será que cuanto más los oigo, cuanto más los leo, más excepciones encuentro a estas reglas fijas de la conversación. Un tópico no es más que una premisa sin demostrar, y además indemostrable. Los tópicos son cuestión de fe y no de estudio. Cuando una persona se aferra a un tópico no lo suelta así le cortes la mano, es como el que nace del Barí§a o del Real Madrid, imposible que cambie de equipo.
El mismo Maquiavelo era simple y básico, como todo hombre, y seguramente le escribía los tratados de política su señora esposa, que, claro está, sería una bruja, como todas. No he querido cebarme en las distinciones por razón de lugar, o el tópico toponímico, porque eso ya sería inacabable, como empezase a decir que en Francia se come muy bien, en Inglaterra fatal, que los negros la tienen más grande, que los chinos son inescrutables, que los andaluces son muy graciosos, los catalanes tacaños, los argentinos todos, hasta los cojos, bailan el tango como dios y los gitanos tienen el ritmo en el cuerpo; los moros son celosos, como si los suecos no lo pudieran ser; los italianos son de la mafia; los mexicanos son muy machos (se ve que allí en México no hay homosexuales); los gallegos contestan con preguntas, los aragoneses son tozudos, los madrileños chulos y los valencianos, todos, sin excepción, saben hacer una paella que te chupas los dedos.
Pese a ser hombre y simple y básico, yo prefiero una buena discusión con sus ideas originales, sus razonamientos, su convencer o convencerse, a una conversación plagada de tópicos donde uno parece que se limite al hablar a poner una crucecita en lo que todo el mundo conviene.
Hay novelas deliciosas, las de Jane Austen sin ir más lejos, donde se leen deliciosas conversaciones y te das cuenta de que se ha perdido un arte, el de la polémica, en aras de la simplicidad del tópico, pero sobre todo se ha perdido la habilidad del razonamiento al hablar, el buscar los motivos y las razones, los indicios y las pruebas de aquello que se afirma o se niega, en vez de adscribirse a una corriente de opinión.
Disto mucho de ver las cosas en blanco y negro, las veo tan llenas de matices, y el tópico es claro, contundente, diáfano, pero yo sólo veo clara su intrínseca falsedad y sobre todo el peligro que lleva de arrastrarnos a lo facilón de suscribirse al tópico, cuando la gente, nosotros, tú, hombre básico y simple, tú, bruja, tenemos tal riqueza de pensamientos y actitudes propias, no gregarias.
Cada uno somos un matiz en el colorido de la humanidad, no una parte de un borrón blanco o negro.
Los hombres son simples y básicos
Las mujeres son todas unas brujas
Los niños son adorables
Los viejos saben mucho
La juventud está cada día más pervertida
Las chicas jóvenes son todas unas golfas
Los padres no entienden a los hijos
Los de izquierdas son liberales
Los de derechas son conservadores
El tren siempre llega tarde
Los curas viven muy bien
Los policías son brutos y fascistas
Los bailarines son todos gays
Los gays tienen muy buen gusto
Los poetas son muy sensibles
Las rubias guapas son tontas
Las gorditas son simpáticas
El dinero no da la felicidad
Los negros huelen raro
Los que se meten en política sólo quieren medrar
Todo el mundo defrauda a Hacienda
Las madres quieren a sus hijos
Los ecologistas son unos pirados que fuman porros
Los abuelos son pesados y cuentan batallitas
El servicio doméstico está imposible
Los asalariados sólo quieren cobrar sin trabajar
Los patrones explotan a sus empleados
Los hombres sólo quieren sexo y luego si te he visto no me acuerdo
Las mujeres sólo quieren pescar marido
Los inmigrantes nos roban el trabajo
Antes no hacía tanta calor
Los latinos son seductores
Las latinas son más ardientes
La televisión no hay quien la vea ya
La música moderna es un ruido insoportable
Cada día se come peor
En los periódicos no salen más que mentiras
La belleza está en el interior de la persona
El tamaño no importa
En internet no hay más que porno