El vaso de noche


Este sucedido, que lo es, hay que oí­rselo contar a Ángel Mesado, relojero de la ciudad de Jaca, defensor vehemente de monumentos y tradiciones, prócer ilustre, y eximio y ultimí­simo entendedor de esos ingenios con tripa de muelle y ruedas dentadas que han sido barridos por la electrónica de usar y tirar. Este muní­cipe munificiente alberga en su tienda, en plena Calle Mayor, una rebotica a la antigua usanza, que es obligado lugar de paso de muchos de sus convecinos y no pocos foranos, donde se departe amigablemente sobre temas de interés general, y los particulares de la industriosa capital pirenáica, y cuanto le atañe en cuestiones del románico, el Camino de Santiago, y los muchos piedros más o menos vetustos y meritorios que ornan la comarca. Nada más lejos de ser un mentidero ni un conventillo de murmuraciones que esta trastienda ilustrada, por cuanto lo que aquí­ se escucha, bien podrí­a salir en el Espasa, cuando no en el BOE, y hemos de dar crédito, pues, a la veracidad de este singular episodio.


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