Por una vez, este escrito no es mío (¡ya se nota!). Es de Roberto Fontanarrosa, eximio humorista argentino, autor de numerosos y deliciosos cuentos, como este mismo, y de buena parte del repertorio cantable de Les Luthiers.
Este cuento me gustó mucho, pero me di cuenta de que un español se perdía la gracia por tener que andar traduciendo, aunque fuera mentalmente, del idioma argentino corriente, y sus giros lingüísticos al español vulgar. Así que me decidí a traducirlo, y ya de paso y con ayuda de unos amigos, lo grabé, que algunos relatos se prestan especialmente a ser escuchados antes o mejor que leídos.
Espero no haber cometido un desatino, ha sido con buena voluntad.
Argenpeos
Borges seguramente fue el menos americano de los americanos, vamos ¡no tenía pinta de criollo ni de indio ni nada por el estilo! y apellido catalán y aceitero.
Eso me lleva a una reflexión sobre Argentina y los argentinos.
Desde hace algún tiempo se está unificando Europa, y ahora que nos empeñamos en tener una moneda única y empezamos a acompasar las leyes, nos estamos dando cuenta de cuán distintos somos unos y otros pueblos. Poca gente hay más distinta a un francés que un español, en casi nada se parecen un inglés y un italiano. Antes que estábamos cada cual en su casa hablábamos mucho de la construcción de Europa, ahora cada cual arrima el ascua a su sardina. Los ingleses no aceptaron el euro, ellos dejar su libra ¡ja! Los alemanes echaron cuentas antes de la unificación y claro, ahora tras ella no les salen igual. Los franceses se creían que iban a ir siempre en cabeza del pelotón, y no por en medio. Los holandeses, que son cuatro y el de la guitarra, no quieren saber nada de los problemas de las naciones superpobladas. España se empeña en tener los mismos representantes que Alemania, con veinte millones de personas menos. Polonia idem. Cada día hay menos Europa y más nacionalismos. Cada día, pese a que no hay fronteras, se ven más nítidas las diferencias.
Cada día hay más portugueses, españoles, griegos, ingleses, alemanes, suecos, daneses… y menos europeos.
Bien mirado, europeos, lo que se dice europeos de los pies a la cabeza, los únicos que van quedando son… los argentinos.