Feria de Santo Tomás


Este año llegué antes de empezar, ya que el pasado no pude ni entrar, del gentío que había, y es que llegué tarde. De ahí que las fotos del principio sean de noche cerrada. La verdad es que la lluvia le sienta bien a Bilbao, incluso con feria.

Paseo por Bilbao

Domingo por la tarde, hací­a fresquito, nubes y cielo encapotado, pero por el que asomaban rayos de sol que se agradecí­an mucho, sobre todo tras una mañana ventosa y desapacible. Así­ que, qué caray, vamos a dar un paseo me dice mi personal coach, y a ello que nos ponemos. Vamos por la orilla de la rí­a, por lo que fue el muelle y hoy paseo de Uribitarte, muelle de los ingleses, otrora, me dice, campo de chabolas, hasta el puente de Deusto. Allí­ entramos en un horroroso centro comercial, un casetón cuadrado que apesta a cerrado y a fritangas macdonelescas y, donde aunque apenas hay gente, hay un ruido insoportable, porque está especiamente diseñado para que reboten todos los sonidos contra sus marmóreas paredes. Me fijo en que tiene puentes entre unos y otros lados, que semejan a los del colegio de Harry Potter. Un horror. Salimos despavoridos y pillamos el bus de regreso a casa. Anda, la tira de años aquí­ y es la primera vez que paso a pata el puente de Deusto.
En premio a lo bien que me he portado me compran kikos (maí­z tostado y frito) y pipas. De girasol, otro dí­a me portaré mejor a ver si me las compran de calabaza.

Aste Nagusia

No, no estaba desaparecido, es que estábamos de fiestorro. En esta casa no nos llega para tener vacaciones, ni mucho menos veraneo, a todo lo más que llegamos es a que aquí­ mi señora cierre por la tarde y nos podamos ir algún dí­a a la playa (si no llueve, lo que no siempre ocurre), o que cojamos un puentecito aprovechando la fiesta del patrón para largarnos dos dí­as al extranjero. O sea, a Francia, aquí­ al lado, que se tarda hora y pico en coche.
Como todos los años, me lo paso en grande saliendo a tirar fotos a todo lo que se menea por esas ferias, atracciones, juegos, concursos, deportes tí­picos, chiquilladas, algarabí­as y gamberradas. Esta es la foto que más me gusta, la de ir tirando fotos casi sin mirar, a lo que salga, y luego, eso sí­, con paciencia y fotosop ir rebañando lo que se pueda conservar.
De las tresmil y pico que he tirado han quedado estas, y algunos cachitos que iré aprovechando para otras cosas. Voy mejorando.

Paseo por Bilbao


Hay quien se queja del clima de Bilbao, que llueve mucho y es algo grisáceo y tristón, pero esa impresión se desvanece en verano, cuando los dí­as son más claros y la temperatura dista mucho de convertir la ciudad en un volcán, como son otras. Bilbao está bonito y apetece salir de paseo en esas tardes noches en las que ni se suda ni hace falta chaqueta (ni paraguas). Esta es una de esas veces en las que salimos a dar una vuelta cámara en ristre.

A poco de salir de casa miramos hacia el monte Artxanda y cómo las casas de la Ciudad Jardí­n trepan por su falda. Luego bajamos corriendo hasta el centro, es cuesta abajo, y damos un paseo por las calles más chic. Vemos que hay mucho mucho cristal últimamente, y es que han descubierto que es duradero ante la lluvia, fácil de limpiar y no hace falta pintarlo cada dos por tres.

Atardece y nos acercamos al puente de La salve, que da un brinco sobre la rí­a dejando debajo de él el Museo Guggenheim, y permitiendo otear el panorama arriba y abajo del Nervión.

Luego ya se hace de noche y vamos volviendo a casa, momento para echar un vistazo sobre el Guggenheim iluminado, sobre la araña Mamá y la Universidad de Deusto en la otra orilla. Pero nosotros preferimos desandar lo andado y cruzar la rí­a del Nervión sobre la tambaleante y colgante pasarela Zubi Zuri, que deja ver el agua abajo a tus pies, y su espinazo de tubos y cables.

A casita.