El otro día, viendo una peli de esas que tienen algunos ratos interesantes y otros no tantos, vamos, una como tantas, me fijé en que tenía uno de esos momentos mágicos de cine. Se trataba de «León, el profesional» con Jean Reno y Natalie Portman. Hay una escena en la que los dos juegan a imitar actores de cine, él imita a Jonh Wayne, ella a Madonna, lo hacen muy bien, y ninguno sabe a quién imita el otro, pero es un momento encantador. Un momento lleno de cine. Y dándole vueltas a la cabeza empecé a pensar en esos momentos del cine que están llenos de cine. Se me vinieron a la memoria unos cuantos. Cada uno tendrá sus favoritos, o aquellos que le hayan llamado la atención, estos son los primeros que me vienen a la memoria, pero seguro que cuanto más tiempo esté pensando, más me saldrán.
En «León, el profesional» cuando León y la chica están imitando actores.
La escena del camarote de los Hermanos Marx, «Una noche en la ópera«, esa que no se me olvide.
La de Gene Kelly «Cantando bajo la lluvia» Vaya momentazo, me pongo a ver la peli de vez en cuando sólo para ver esta escena y que se me pongan los pelos de punta.
La de la pelea al final de la peli, con Jonh Wayne dando vueltas por toda la pradera de Innisfree en «El hombre tranquilo»
La escena en que se ponen a cantar alrededor de una mesa «Los amigos de Peter»
Cuando Bibi Andersen y las reclusas se ponen a bailar en el patio de la prisión en «Tacones Lejanos»
En «El verdugo» de Berlanga, cuando se llevan a rastras al verdugo a que ajusticie a su primer reo, ese patio blanco con siluetas negras, y ese ruido de pisadas y esa mirada hacia atrás…
En «Hatari» cuando están cazando un rinoceronte vivo con Jonh Wayne sobre una rueda echando el lazo.
En «My fair lady» cuando están cantando y bailando las damas y caballeros en Ascot, a barullo pero sin rozarse un milímetro.
En «La bella durmiente» cuando aparecen las sombras de los enanos recortadas contra la pared y empieza a sonar el «Aijó, aijó, a casa a descansar».
En «Blade Runner» cuando muere el último Nexus-VI hablando de las maravillas que ha visto en el espacio.
En «Amanece, que no es poco» cuando los niños están cantando la canción del corazón, en clase, con el profesor.
En «Lo que el viento se llevó» cuando la cámara se va levantando poco a poco sobre un herido y se ven hileras e hileras de heridos, todo un hospital de campaña. Que, por cierto, es la primera vez que se hizo una panorámica así en cine, desde la cara de un herido hasta el total del paisaje.
En «2001 una odisea del espacio» cuando suena el vals del Danubio azul y se ven las dos naves por el espacio.
La escena del primer muerto de «Grupo salvaje» de Peckimpah, con un señor que cruza la calle y lo fríen a tiros desde todas partes a cámara lenta.
En «Avanti» o «Qué ocurrió entre mi padre y tu madre» (penoso título en español) cuando están en el depósito de cadáveres y viene el funcionario con los sellos a rellenar los impresos para llevárse a sus muertos.
En «La carrera del siglo» cuando se quedan todos en un témpano de hielo flotando.
En «La vuelta al mundo en 80 días» cuando vuelan en globo, y pasan junto al pico nevado de una montaña y Cantinflas aprovecha para coger hielo para poner a enfriar el champán.
En «Delicatessen» cuando el chico está pintando el techo agarrándose a sus tirantes, un vecino recauchuta un condón, el malo folla con la guapa, el viejo loco come caracoles, la chica toca el violón, y la vecina sacude la alfombra en el hueco la escalera, todo in crescendo.
La escena de las escaleras en «Acorazado Potemkin«, claro. Algo que sigue asombrando tantos años después.
Sí, la escena del asesinato en la ducha de «Psycosis«, cuarenta y cinco segundos llenos de salvajismo y una lección de montaje.
En «Amarcord» cuando salen de noche en barcas a ver pasar al transatlántico «Andrea Doria», todo hecho en una superficie plástica, con extraños reflejos, y un colgante de bombillas haciendo de barco.
En «El oro de Nápoles» la escena final con el vecindario haciéndole la pedorreta al conde.
En «Rocco y sus hermanos» cuando Alain Delon ha ganado el combate y todo el mundo lo celebra en su escalera, y alguien lanza una botella de vino desde abajo y la agarra alguien arriba.
En «Ser o no ser» cuando los dos aviadores nazis se tiran del avión al grito de «¡Heil Hitler!»
En «Ciudadano Kane» cuando Orson destroza la habitación lleno de rabia, en una toma cogida con cámaras desde abajo.
En «Ran» cuando matan a la mala enfocando desde una puerta y se ve la salpicadura de su sangre contra la pared.
En «La lista de Schindler» cuando una niña con abrigo rojo pasa de lado a lado entre todas las demás figuras en blanco y negro.
En «Doctor Zhivago» cuando busca refugio en una caseta de madera en medio de la nieve y se la encuentra llena de hombres de pie helados de frío.
En «El último valle» cuando Omar Shariff y Michael Caine se juegan a los dados a Florinda Bolkan.
En «La guerra de los botones» cuando saltan todos los chicos desnudos en mitad del bosque.
En «Y Dios creó la mujer» cuando enfocan tras una valla a Brigitte Bardot desnuda y Curd Jurgens le dice «Vous avez les pieds de marquise» Vaya debú el de Brigitte en su primer fotograma. Y eso es un culito y no el de Coppertone.
En «Haz lo que debas» cuando se quedan mirando la pizzería ardiendo en mitad de la calurosa noche neoyorquina, los tres italianos y los negros.
En «Matar un ruiseñor» cuando la niña se acerca a Boo, escondido de pie entre las sombras, y el monstruoso Boo (Robert Duvall debutando en un minuto espléndido) le tiene más miedo a ella que ella a él.
Ufs… salen y salen… igual otro día más.