Dentista


Odio ir al dentista. No, no es porque me hurguen los piños con un jierro, no (aunque también) es, mayormente, porque es una tí­a que se lí­a a charlar y charlar, y claro, uno con la boca llena dedos no puede meter baza. Hay oficios más o menos proclives a que el oficiante y el cliente traben conversación. Entre los que más, el de taxista; entre los que menos, el de sepulturero. Pero entre uno y otro hay un amplio abanico de posibilidades (esta frase la aprendí­ hoy en el telediario) (también me sé la de una gran panoplia, pero esa ya es más para cultos y dudo mucho que alguien culto me lea). El caso es que me molesta que los taxistas me hablen, porque siempre hablan de lo que no me interesa, y me dedico a meter un sí­ sí­ o un vaya vaya de vez en cuando para salir del paso. En cambio la dentista hoy estaba hablando de que a su hijita de pocos meses le han regalado ropita de niño y que no sabe si ponérsela o no, porque es azul azul pero azul que parece vaquero y todo, y claro, tiene mucha cosita rosa y de florones y tal… y luego se ha quejado de que el dentista que sale en «Buscando a Nemo» es giliflautas perdido y que vaya imagen dan de los dentistas, personas cultas, serias y responsables todos ellos. Yo aquí­ hasta he levantado un dedo para decir algo pero me ha endilgado un jeringazo y se me ha ido la idea de la cabeza. Luego ha seguido quejándose de la mala imagen de los dentistas en general, sobre todo en las series televisivas, en «Los Serrano» sin ir más lejos, donde el padre tiene miedo de ir al dentista, y que además es carí­simo, pero carí­simo, y que en casi todas ellas amenazan a los crí­os con las más horripilantes torturas a manos de estos crueles torquemadas con licencia. Y yo sólo podí­a decir aaaaggggg. Cabreado he salido. Otro dí­a me llevo la libreta para ir escribiendo conforme ella vaya hablando ¡no puedo reprimir mis ganas de llevarle la contraria en algo!