Escalibada, escalibada.


Me encanta la escalibada ¿no loan otros la marihuana, el cannabis, y quedan la mar de bien y de modelnos? Pues yo no le veo la gracia. Mucho mejor la escalibada. Yo aso berenjena, calabací­n, pimiento rojo, cebolla, tomate, endibias (también se pueden meter cogollos de lechuga) y luego un chorrito generoso de aceite, y un pelí­n, poco, de sal. Si la voy a comer en el momento también le pongo una patata con un toque de pimienta. Hay quien le echa vinagre, yo no. La endibia le da un toque amargo muy sabroso. También me gusta acompañarlo todo con un cuenco de olivas negras de Aragón (clase «marcida»), con cebollita cruda cortada fina y algo de sal, aceite y vinagre.
No le veo yo la cosa filosófica a lo de la marihuana y el fumeteo. Paso. Eso tiene que ser malo para la salud, digan lo que digan. Aparte de que se les quedan los párpados caí­dos que parecen modorros y un aire como alelado y desatento. Para mí­ que es simple viciete y lo adornan con palabrerí­a rebelde, revolucionaria, neojipi. Ay… benditos inoperantes, pobrecillos. Estos chicos luego se vuelven todos de derechas y se pirran por un puesto de funcionario para poder pasar la vida quejándose, descansadito, pero quejoso. Con traje y coletita. Ahora que lo pienso, ha bajado mucho el movimiento polí­tico joven, la última vez que los chicos hicieron algo con consecuencias que se notaran fue cuando la movida del 68. Ufs.
Se está mucho mejor en la izquierda gastronómica, como el Vázquez Montalbán, ese sí­ que era un señor decente y consecuente, y catalán, que marca mucho eso de ser catalán ¿o es que ser de izquierdas es sinónimo de querer vivir mal y comer cualquier cosa? Ah, no, el izquierdoso, como cada hijo de vecino, lo que quiere es mejorar sus condiciones de vida, y a lo que se niega es a que sea a costa de otros, nada más. Pero vengan escalibadas.
Me quedo más satisfecho con un buen eructo que con dos horas de profundas disquisiciones filosóficas. Qué mal me cae lo intelectual.
Hoy mi niña, me ha traí­do para desayunar colacao y un bollo de mantequilla; qué mujer, si es que no me la merezco. Claro que todo eso engorda y me viene muy mal, pero ya dice el refrán que quien bien te quiere te engordará. Lo otro es una chorrada más del refranero. Todos los refranes mienten, menos los meteolorógicos, esos mienten descaradamente.