Fútbol y deporte
Me confieso seguidor de los deportes minoritarios y un damnificado del omnipotente fútbol que todo lo arrasa. A mí se me pasan los ratos ingrávidos viendo a los gimnastas dar sus volteretas, y hago cábalas acerca de cuál lo hace mejor para mi gusto y si están o no los jueces acertados en sus puntuaciones. La alegría del que bate un récord de algo me parece más limpia que la del futbolista que mete un gol por el escandaloso precio de varios millones. No hay más que ver la mirada de la nadadora tras conseguir su medalla y compararla con la del pegapatadas que sabe que, gracias a esa jugada que acaba de hacer, su mujer, su topmodel, podrá comprarse otro bmw para ir a buscar al niño al cole. Millones y millones de deportistas de sofá regüeldan sus cervezas, sudan, sufren, gritan, insultan y devoran toneladas de ganchichos embrutecidos con los avatares más mediáticos que deportivos de sus ídolos del balompié. Un espectáculo que permite a cada cual seguir en sus trece. El fútbol se distingue por no saberse nunca quién es mejor ni quién vale más. Fijaos bien. Así, permite fijaciones personales, adscripciones partidistas. Uno puede nacer siendo del Madrid o de Barí§a y morir sin haber tenido nunca la convicción de que hay un equipo mejor. Cuando un equipo pierde siempre es por alguna buena razón y esa derrota no significa nada. ¿Conocéis muchos aficionados al fútbol que hayan sido de un equipo y luego de otro, e incluso de un tercero? No. El fútbol es un deporte irracional. El fútbol tiene la más pequeña cantidad de deporte que pueda tener un deporte. Son otros los ingredientes que le hacen espectáculo de masas, no lo meramente deportivo. Sí, yo soy deportista, y por eso no me gusta el fútbol. Fui un par de veces y quedé asustado. Todo eran insultos, gritos, menosprecios. Si yo soy árbitro y un espectador me grita lo que les suelen gritar, subo a la grada y me lío a mamporros. Me alucinaba sentado en el graderío al ver que casi no podía respirar por el humo del tabaco ¡y eso en un estadio al aire libre! ¿Llamamos deporte a eso? ¿No está prohibido fumar en recintos deportivos? No, no, a mí me gusta el deporte, o sea: los deportes minoritarios. Aparte de «el mío» de toda la vida, que es el atletismo, disfruto viendo por la tele cuando en fechas señaladas echan gimnasia, remo, halterofilia, yudo, grecorromana, jóquey. Y buena culpa de este estado de cosas lo tienen los periodistas, que le dan mil vueltas a cualquier pequeñez futbolística antes que hablar de otros deportes que no venden. Y también tiene buena culpa el que se pueda hablar de fútbol sin entender. Cualquiera puede opinar sobre fútbol y no hay forma de rebatirlo, es cuestión de gustos, y no de ciencia. Para hablar de otros deportes hay que saber, hay que entenderlos, hay que haberlos estudiado, lo del fútbol es más bien ósmosis. A mí me gusta ir a ver las carreras de campo a través que se hacen por aquí cerca, o ir a las competiciones de atletismo de niños ¡eso sí es entretenido y sano! Lamentablemente un niño puede quedar campeón de su comunidad en carreras de vallas y no ha ido a verlo ni su abuelo, en cambio si juega en el equipo del bar Pepe contra el Orejilla FC, fletan un autobús y se desplaza a presenciarlo medio barrio. Hay cosas que no entenderé nunca. Sólo me alegra tener la convicción de que ninguno de esos millonarios del deporte rey tiene, ni tendrá nunca, la sonrisa de Gebreselassie después de perder su título olímpico.
Otras razones para preferir el atletismo al fútbol