Tres poemas clásicos (I)

Me lo dijeron ayé
la lengua de doble filo
que te peí­ste hase un me
en la boda de tu primo.
Otro se habrí­a extrañao,
yo, me quedé tan tranquilo,
porque es que yo te conosco
dende que éramos shiquillo
y compartiendo pupitre
supe de tu malo hábito.
Recuerdo la ve primera,
que me cogió de improviso,
era en mitá de un dictao
y me vino un airesillo
como a col y arcantarilla,
como a muerto y a podrí­o,
como a cuadra y a corrá,
que casi pierdo er sentí­o;
se me cayó er lapicero
ar suelo der retemblí­o,
y tú me estaba mirando
con cara de yo no he sí­o
con peca y con coleta
cogida con do lasito,
Y dende preescolar
has depurao tu estilo.
Por eso no me extrañó
er que te hubiera pedí­o,
seguro que a mala leshe,
en la boda de tu primo.
Y es que mira que ere guapa,
va provocando suspiro,
un monumento de hembra
una mujé de troní­o,
pero tiene er ojete
de un sargento del ejérsito,
de una familia gitano
que hubieran senao choriso,
de un guardiasivir en moto,
o de un perro con moquillo.
Eso viento que produse
en un cristiano no es visto,
p’a mí­ que lleva un demonio
apretao en tu organismo.
Y luego va y lo suerta
en la boda de tu primo.
Que uno que sobrevivió
a aqué cuesco asesino
me ha contao de pe a pa
er episodio verí­dico.
Que estaba er cura disiendo
si lo quiere por marí­o
cuando sonó un terremoto
un cañonaso, un bramí­o,
der árside ar campanario,
y der atrio ar peristilo
que apagó er sirio pascuá
y dejó al cristo torsí­o,
se desmayó la madrina
y se le cayó ar padrino,
coroné de artillerí­a,
la Cru San Hermenegildo.
¡Qué trueno!¡Qué sambombaso¡
¡Qué tamborraa!¡Qué estrepí¬to!
Er novio se puso blanco,
la novia como un membrillo
Si despué de la tormenta
viene la carma… ¡no vino!
Lo que vino fue una peste
por sorpresa e imprevisto
que dejó a los invitaos
a do deo der desquisio
arsortos, estupefasto,
desencajaos y liví¬do.
Ello con cara de póquer,
ella con el abanico.
Tuvieron que despejar
la filas tre, cuatro y sinco
y sacá lo insensario
de repuesto er monaguillo.
Qué pedo te echaste, rica.
Lo que te vieron me han disho
que levantaste la pierna
pa’a soltal-lo a propósito,
que der fruto de tu vientre
¡se te levantó er vestí­o
de semejante huracán
que llevaba comprimí­o!
Me lo dijeron ayer
las lenguas de doble filo
Te pediste a mala leshe
en la boda de tu primo
Otro se habrí­a extrañao
Yo me quedé tan tranquilo
Por eso no te invité
a la mí­a: por lo mismo.
Porque te gusta pederte
pa jorobá a tu prójimo.
Tomás Galindo ®

11 respuestas a «Tres poemas clásicos (I)»

  1. Si en lugar de «eso» hubiese sido una tos, la discriminabas lo mismo?
    Qué mala prensa tiene el pedo!

  2. Demos gracias a dios que los pedos no son de colores o ¡qué pena que los pedos no son de colores!
    Lo coloridas que resultarí­an nuestras calles…

  3. y por qué no contarlo todo en vasco? menudo tipicazo lo de los andaluces….

  4. Desde aquel que me hicieron aprender de «la aldeana que tira pedos como piedras de honda» no me habí­a reí­o tanto. Lo difundiré.

  5. ESE PEDO QUE ME HECHAIS
    NO ES OFENZA QUE ME ACEIS
    ES LA MUESTRA QUE ME DAIS
    DEL BUEN CULO QUE TENEIS

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