Una buena guerra de vez en cuando


Anda desde hace tiempo el personal escandalizado por lo malos que somos. Es cierto que somos muy malos, pero no más que en otras épocas, lo que pasa es que estamos mejor informados, por una parte, y que se ha trasladado a lo cotidiano el escenario tradicional de la violencia.
Me explico. Antes no habí­a pirados que se liaban a tiros en los colegios, pero a) porque no habí­a colegios como ahora, y b) porque a la edad en que se lí­an esos chicos a tiros, en otras épocas ya habí­an vivido alguna guerra, o estaban viviéndola.
Toda esa cantidad de psicópatas que salen ahora, antes tení­an sus desahogos en las guerras, donde se camuflan muy bien toda clase de crí­menes y desmanes; o bien, guerras aparte, cometí­an las mismas tropelí­as que ahora, pero no los pillaban, porque no habí­a huellas ni adeenes, vamos, ni polis. De repente desaparecí­an niñas y ¡oh, el hombre del saco, el sacamantecas, la bruja, los judí­os, los ogros, cargaban con el muerto! Y entre los que buscaban a las ví­ctimas por el bosque con las antorchas se encontraba el vecino responsable, que nunca salí­a a la luz.
Tampoco se sabí­an todas las fechorí­as, porque mucha gente desaparecí­a sin más, y si al cabo del tiempo alguien encontraba por ahí­ unos huesos semienterrados, vaya usted a saber de quién eran.
Y si ahondamos más en el tiempo buscando gente mala y psicópata, tampoco tenemos que ir mucho más atrás para encontrar esclavistas, que desde las plantaciones de algodón de los USA hasta las épocas romanas, egipcias y anteriores, podí­an ejercer toda clase de violencia sobre sus esclavos sin más precio que pagar que unas monedas. O señores feudales de los de derecho de pernada. Esos ni siquiera entran en la matrí­cula de psicópata, se limitaban a ser amos de mano férrea con sus posesiones, con sus semovientes humanos.
Imagino a un samurai, en un Japón donde apenas habí­a leyes y todo se castigaba con la muerte, y no agacharte cuando pasaba el señor te podí­a costar la cabeza. Imagino una Francia de los nobles versallescos, donde lo que contaba Sade podí­a quedarse corto comparado con la realidad, una realidad donde la vida del pobre carecí­a de valor, donde la gente morí­a de hambre en las calles ¿quién iba a perseguir a un señor? Los romanos no eran mejores que los nazis, aunque sí­ más simpáticos y educados, la verdad; pero mataban mucho, pero mucho, y esclavizaban todo, y, como mal menor, si una tribu o colonia daba la lata los diezmaban, o sea: llegaban allí­, los poní­an en fila y daban matarile a uno de cada diez ¡eso es civilización! pero como luego no dejaron tí­tere con cabeza para que contara la historia, suelen salir bien parados. Los otros, los bárbaros, ni escribí­an, pero tampoco dejaban a nadie. Si un pueblo se salvaba era porque se cepillaban a las señoras. Los pueblos se perpetúan por ví­a materna.
Y la persona violenta no totalmente psicópata, «sólo mala», se desfogaba bastante con una guerrita de vez en cuando. Los que han vivido una guerra de las artesanales, de las de hace años, manchándote las manos de tripas con la bayoneta o con el mandoble, ya satisfací­an el prurito de conocer la violencia, el mordisco de la adrenalina, la emoción de sentirse poseedor de la vida y la muerte, que es lo que mueve a tantos pirados, al fin y al cabo. Cuando a uno lo persiguen a caballo y con lanza y sobrevive, también tiene emociones ya para veinte o treinta años. Y guerras y guerritas habí­a a manta, sólo hasta hace un par de siglos se empezaron a masificar las guerras, antes eran muy de medio pelo y en cuanto habí­a mil muertitos de nada ya salí­an en el top ese donde están brillando con letras de oro escaramuzas como la batalla de Maratón con sus 300 muertitos de mierda ¡que la quiten de las 40 Batallas Principales, hombre!
Ah, y la violencia sexual (me resisto a llamarla de género) era mayor que ahora, no menor, no: mayor. Lo que pasa es que tampoco era violencia sexual, era que el padre de familia poní­a a la mujer en su sitio…
Yo soy optimista, creo que el mundo va a mejor y que la gente es menos violenta y menos mala y eso precisamente hace que se señale más, que destaque. Ante las voces apocalí­pticas sólo hay que echar la vista atrás y comparar el camino andado, mucha gente ha hecho mucho desde las leyes y desde el pensamiento humanista para mejorar y mejorarnos. Algunos mirarán a Confucio, otros a Cristo, a Ghandi, a Lutero, a Lincoln o a las madres de la plaza de Mayo, yo suelo mirar a la gente que se horroriza (la mayorí­a) de lo que hace la gente (la minorí­a).
Eso sí­, nos falta un belicódromo donde se desfoguen sin molestar.

Nuevo diseño del leuro

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El presidente Zapatero ha aprovechado su intervención en la cumbre iberoamericana para presentar en sociedad el nuevo diseño del leuro, repartiendo unos cuantos entre los allí­ presentes, que fueron acogidos con sorpresa y maravilla por lo atinado de su factura.

La espantá hipotecaria

Qué razón tiene el refranero español, que nos dice que no hay mal que por bien no venga. Desde que explotó la burbujita hipotecaria y se empezó a hablar mal de los créditos basura, han desaparecido de la tele los anuncios esos de «llámanos y te damos equismil euros esta misma tarde». ¿Es que han cerrado esas casas de préstamo? ¿Es que están escondidos anunciándose por las esquinas en las calles oscuras de los barrios miserables? ¿Se apostan en las puertas de bingos y casinos para ofrecerse al ludópata?
Cuánto misterio. Igual es que, simplemente, están haciendo sitio a los anuncios de fragancias y jugueterí­a (oséase: playesteisions).

El margen de beneficios


¿Alguien sabe por qué cada año suben los precios de todo y se han de ajustar sueldos y pensiones? Ya sé, ya sé, la macroeconomí­a es un lí­o. Aunque no os lo creáis, hubo tiempos en que los precios de las cosas permanecí­an estables por periodos de tiempo indefinidos. Los gobernantes se permití­an, incluso, dictar los precios de determinados productos básicos, como el pan, y hacer de la hogaza prácticamente un patrón como lo es hoy el oro. La verdad es que hasta hace bien poco tiempo se ha venido usando el trueque como forma básica del comercio, y no el dinero. El dinero ha estado vinculado a su aspecto de moneda, y monedas habí­a demasiadas y nadie sabí­a bien cuánto valí­an, habí­a que determinar su composición, si era oro, plata, cobre o aleaciones tradicionales, lo que hací­a que todo se complicase mucho. La falta de moneda complicaba el comercio, pero también hací­a mucho más estables los precios, porque el dinero se usaba, sobre todo como referencia para comprar una cosa y vender otra, de tal forma que cuando uno pedí­a un bolsón de ducados por unas reses, lo hací­a pensando en que ese bolsón es lo que le cobraban por unas fanegas de trigo, con lo que no importaba mucho el tamaño del bolsón, sino el de las vacas o el grano. El dinero se usaba temporalmente, tení­a un uso, y eran contados los que tení­an tesoros en sus arcas, la gente preferí­a cosas más palpables y menos robables, como tierras y ganados. No es hasta el establecimiento de las primeras casas de bolsa en Amsterdam cuando se le empieza a ver la utilidad al comercio de dinero, y a los depósitos bancarios como bienes con auténtica capacidad de incidir en la vida social y polí­tica de los pueblos, como comercio en sí­, y no como una utilidad aneja al comercio. Recuerdo un episodio curioso de Luis XIV el listí­simo rey francés. Como andaba mal de dinero con los fiestorros de Versalles, un buen dí­a se le ocurrió hacer una moneda nueva, el nuevo luis de oro, recogió los luises de oro viejo, los fundió, hizo los luises nuevos y los repartió… pero de cada doce monedas hizo trece. Claro, el coletazo económico tardó en percibirse, pero esos trucos siempre acaban pagándose. Y el que paga es el pagano final: el paisano. Como cuando, dicen, Franco le daba a la manivela de hacer billetes y se pagaba lo que hubiera que pagar, aunque al poco tiempo hubiera otra devaluación, que nadie sabí­a bien qué era, hasta que subí­a la gasolina y todo lo que vení­a de fuera.
El caso es que el motivo de que los precios suban sólo tiene sentido en el comercio con el exterior, hay un toma y daca, un tira y afloja (eso es el comercio) se vende, se compra, y se pretende vender caro y comprar barato. Si a eso unimos que uno quiera un beneficio y que el trabajador pretenda mejorar, porque el trabajo también es una mercancí­a que se compra y vende… los precios suben. El aumento de los sueldos y pensiones es, pues, el factor de corrección, el trabajador que también sube su precio, tarde y mal.
Pero no hay que perder la perspectiva, todo eso se hace porque el principal objeto de comercio, la primera y principal mercancí­a del mundo es el dinero, el propio dinero, y todo eso que se corrige (y no siempre todo) es lo que ya se han metido al bolsillo los manejadores del cotarro, los de siempre. Y los pobres siempre vamos detrás tratando de recuperar la calderilla.
Con esto de internet ¿podrá Google acabar supliendo a los bancos? Que uno tenga una cuenta de dinero como tiene una cuenta de correo, y pueda ir pagando como quien pone un mail, y recibir ahí­ los cobros de la electricidad o la gasolina o la compra en las tiendas. Huy, lo que he dicho…