Actualizando, que es internet.

Esta mañana he estado en un curso de actualización de internet, donde nos han explicado por dónde van los tiros y, sobre todo, por dónde van a seguir yendo. Se da uno cuenta de que el futuro ya no es lo que era, y que las previsiones se hacen de hoy para mañana, porque lo que vaya a suceder pasado mañana ya es algo que ni nos podemos imaginar.
Me quedo con un par de cosillas significativas.
En el mes de septiembre de este año sucedió algo singular: por primera vez se leyeron más periódicos por internet que en papel.
El 65% de los niños que nazcan hoy aquí trabajarán en profesiones que todavía no existen.

Los ponentes iban acompañando su disertación, amena y entretenida por cierto, de la creación de un museo de la historia, donde colocaban las cosas que vamos jubilando o están al caer.
-El periódico de papel. Se sustituye por las noticias en internet, vía agencias de noticias, periódicos, y sobre todo por noticias suministradas en vivo y en directo por internautas mediante blogs, twitter, youtube, facebook, etc.
-El libro de papel. Sustituido por el lector electrónico muy en breve, seguramente los niños que nazcan hoy ya no llevarán libros de papel cuando vayan al colegio. El colegial no puede depender para su estudio de algo tan estático.
-La televisión tal como la conocemos (y el TDT). Sustituido por programas a la carta en cualquier momento. Podrán existir las productoras de programas y series, y noticiarios, pero no las cadenas generalistas, donde uno no puede elegir qué ver cuando le apetece.
-El cd de música. Sustituido por el mp3 accesible vía internet a través de móviles u otros aparatos.
-El dvd. Se sustituye también por la película en streaming, recibida rápidamente a petición en móviles, tablets y aparatos de TV con internet.
-La máquina de fotos / el vídeo. Sustituidos por móviles de nueva generación que permiten captar buenas imágenes en automático, sin conocimientos de fotografía, y subirlas a internet en el momento para su distribución. Esto será para el gran público (un 90-95% de las fotos) y quedará la parte del aficionado-artista y el profesional que sí usarán máquinas tradicionales (digitales, claro, las de película ya no son ni tradicionales, son prehistóricas).
-La radio. Sustituida por la recepción de programas vía internet a través de móviles y tablets. Las emisoras tradicionales también sufrirán cambios en sus programaciones para hacerlas cada vez más accesibles al público mediante internet y que así puedan elegir horario de emisión los oyentes.
-La tarjeta de visita. Sustituida por utilidades como linkedIN, que le dan mil vueltas. En vez de intercambiar tarjetas se manda al móvil en el momento. Con toda su información.
-Los videojuegos. Serán también jugables vía streaming, sin necesidad de tenerlos guardados en una consola o similar.
-El ordenador y sus programas. Sustituido por otros medios, como el móvil, los tablets, o aparatos de tv con conexión a internet. Los programas tampoco serán necesarios, ya que estarán en el propio navegador, sin necesidad de tenerlos nosotros en casa, ni de guardar nosotros los archivos. El programa que usemos y nuestros archivos estarán directamente en «la nube», es decir, en internet, en nuestra cuenta de usuario.
-El navegador/GPS. Sustituido por un geolocalizador de contenidos móvil que al tiempo que vas viendo en él las imágenes que toma, por ejemplo colocándolo delante en el coche, va recibiendo la navegación encima de esas imágenes, con lo que, si tienes que tomar por una calle a la derecha, cuando llegas y la ves te lo indica y te aparece la flecha entrando por esa calle. Localiza dónde estás, lo que ves, y te lo llena de contenido para que sepas por dónde ir, y qué servicios, restaurantes, hoteles, talleres, etc tienes al paso, y si está alguno recomendado por un conocido tuyo. Esta aplicación en un futuro estará disponible en el propio cristal del auto, que hará a la vez de pantalla, verás la calle y encima las distintas capas de información que desees, la de la ruta a seguir con sus flechas e indicaciones, la de contenido que te rodee, la de previsión de tráfico, la del clima, etc…

Esta es la pantalla del móvil colocado en el cristal delantero del auto, las señales te aparecen encima de lo que el móvil va filmando y emitiendo en vivo.

Fecha tope para la implantación de todo esto… cinco añitos, salvo que mientras tanto salga algo todavía mejor que sustituya a alguna de estas cosas. Eso no quiere decir que todo esto desaparezca, no, sino que quedarán sólo residuos con cada vez menos contenido y seguidores.
Nos crece la hierba bajo los pies.

Chasco

Lo cual que ayer estaba yo en casita tan tranquilamente cuando llaman a la puerta y era la policí­a.
-Buenas ¿fulano de tal?
-Glups, digo, sí­.
-¿Tiene usted un coche así­ y asá aparcado en la calle tal?
-Cielosanto, digo, sí­.
-Pues que venga, que está lloviendo y se ha dejado una ventanilla abierta y se le va a inundar. Hemos intentado cerrarla, pero como es eléctrico si no tienes la llave no se puede.
Allá que me lleva el guardia en su coche hasta el mí­o para que no me moje, y cuando llegamos estaba el otro vigilándolo.
-Nos parece que está bien y no tiene signos de haber sido forzado o que hayan robado.
-No, efectivamente, parece estar bien y que no han robado nada. Muchas gracias.
-No hay de qué, buenas noches.
Me llama Manuela asustada porque las chicas de la tienda me habí­an visto salir con un guardia.
-Nada, que tení­a el coche una ventana abierta, para que la cerrase, no se fuera a mojar.
-¿Y estaba todo bien?
-Sí­, todo… bueno, alguien ha metido mano y se ha llevado la cajita de discos de música.
-¿Se han llevado los compacts?
-Sí­, nada más, ya grabaré otros…
-¡Ja jajajajajaaaaaaaaa!
-¿De qué te rí­es?
-¡Anda que cuando los hayan puesto y les hayan salido todos esos tangos, y boleros, y Joselito y Marisol y Conchita Piquer…!
-¡…y Pavarotti y Ella Fitgerald y Antonio Machí­n y Los Panchos…!
-¡Jajajajaaaaaa…!
-¡Jajajaja….!

Un viaje en autobús

El 15 hace el trayecto desde Palma, la catedral, hasta L’Arenal, o zona alemana por antonomasia, donde está el hotel en que me hospedo. Es largo, de esos autobuses con un fuelle en su mitad, y hace un sinnúmero de paradas. La primera impresión que uno se lleva al subir es mala. Pero en cambio, conforme pasa el tiempo, se va volviendo peor.
Lo primero que descubres es que no tiene aire acondicionado. Salvo que se estime que el aire acondicionado es… a condición de que abras las ventanas. Y lo segundo, que la señora mayor con canasto que tienes al lado, aquella semana ha olvidado lavarse.
El vehí­culo, buena muestra de lo variado de la fauna local, va poblado por la más heterogénea masa humana que se pueda reunir en tan mí­nimo volumen. Aquí­ se juntan marujas anforiformes de cantarí­n acento mallorquí­n; alemanes de bajo poder adquisitivo; una familia calé, madre, dos primas, la hija mayor y tres churumbeles rubitos (vaya por dios); una chica francesa que lleva a un tonto de la mano (Marithé, Marithé, j’envie de bouffer) muy mona ella y con cara de resignación; una pareja hindú (¿o es indú? ¿y por qué con hache?); un drogata sudoroso; y varios negros de distinto tono. A mi derecha, una alemana de proporciones cercanas a las de un armario ropero, sienta sobre sus rodillas a una compatriota menuda y de aspecto angelical. Ambas rubias, casi platino, ojos azules, labios claros, piel colorada de quien ha estado tomando un sol desacostumbrado. Tendrán dieciséis o diecisiete añitos y carita de susto.
El espacio se llena de ecos de conversaciones, de chirridos de frenos, de petardeo de automóviles y motos, de risas de los negros del rincón trasero, que enseñan unos dientes blancos y grandes, vagamente equinos. El conductor maneja el autobús como un nuevo Ben-Hur, sacudiendo al pasaje con grandes acelerones, para que se agrupen al fondo y dejen subir a los que esperan en cada parada. Continuar leyendo «Un viaje en autobús»

El poder de la palabra

Siendo yo chico estuve unos meses trabajando en una pequeña agencia de transportes, sita en un local de la calle Tarragona, en Zaragoza, propiedad de los hermanos Navarro, que luego prosperó mucho, porque era gente formal y muy trabajadora y abrieron ya gran lonja en las afueras (sí­, por eso me fui, porque eran muy trabajadores, claro). Ahí­ conocí­ a un tí­o suyo, el señor Silvestre, muy mayor, que echaba una mano en la vigilancia del negocio y en lo que hiciera falta. Este señor Silvestre era un singular personaje; no sabí­a contar ni calcular sino en vascuence, y cuando tení­amos que decirnos cifras y cantidades, o el número de un albarán, era más fácil enseñarlo que cantarlo. De joven habí­a sido carbonero por tierras guipuzcoanas o navarras (¡hostia, sí­, un olentzero!), y de por aquellas tierras me contó con prolijos y cómicos detalles, esta historia que os voy a narrar, si bien no podré alcanzar la sorna y la gracia con que me la refirió él.

Tal dí­a como hoy, festividad de San Sebastián, tuvo lugar el suceso que nos ocupa. Es preciso decir que este San Sebastián es santo y patrón muy predilecto de pueblos y ciudades de España y América, y su dí­a se celebra con gran pompa en buen número de lugares a uno y otro lado del Atlántico. San Sebastián era un centurión romano que se convirtió al cristianismo, y un césar de aquellos muy malo muy malo, lo mandó asaetear (como fusilar, porque era militar, pero a flechazo limpio) y así­ lo pintan y lo esculpen los artistas de siglos pretéritos, ligero de ropa, atado a un poste y lleno de flechas, o por lo menos, de agujeros. Igual por eso es un santo tan popular, porque era un militar muy buen mozo y exhibe su viril musculatura para contemplación y alboroto de beatas y novicias. Una vez que ya tenemos descrito al santo, es preciso describir el pueblo donde sucedió el tremendo hecho. Pues no ¡ea! no puedo describirlo porque no sé qué pueblo era, sólo que era un pueblillo en algún lugar indeterminado desde Guipúzcoa hasta el norte de Huesca, y que dicho pueblo estaba en perenne confrontación con otro pueblo bien cercano, por un quí­tame allá cualquier paja. La tí­pica historia de los pueblos vecinos que siempre andan riñendo. Aquí­, los mozos de una de las dos aldeas, iban cada año a la otra a reventarle las fiestas armando camorra en el baile, corriendo mejor las vaquillas, o levantándoles las novias a los lugareños. Se ve que llevaban ya varios años en los que estos sucesos se vení­an repitiendo con creciente contumacia. Cuando iba a ser el dí­a del patrón San Sebastián en este pueblo, los mozos del de al lado se juntaron para pensar (¡sin que sentase precedente, eh!) en cómo desbaratarles el evento. Y dieron con un plan poético y sutil, convinieron en mandar a un coplero, jotero o rapsoda, de los que entonces amenizaban fiestas y saraos con sus cantos y recitados, a que les estorbase la procesión; tan poético y sutil era el plan, que decidieron personarse también con garrotes y los bolsillos llenos de piedras, por si los otros no comprendí­an tanta sutileza.

Imagina el espectáculo. No, no, aprieta los ojos e imagina un poco más ¡hombre, no lo voy a poner yo todo! Veinte de enero, una aldehuela de las estribaciones pirenáicas, los tejados nevados, las calles heladas, las hierbas con escarcha, los niños con mocos… Por la estrecha calle Mayor, nieve y niebla, viene una serpiente humeante: la procesión, que, como un dragón exhala vapor por sus fauces (¡toma, qué cacho metáfora!) Delante el monaguillo aventando el incensario, que lleva cogido con ambas manos en vez de por la cadena, para calentárselas (un tí­o listo). Tras él, cuatro fornidos gañanes llevan en andas al santo, con sus carnes y sus flechas al aire. Luego, el cura, el alcalde, el cabo, y el resto del consistorio y todos los habitantes del pueblo, salvo los tullidos, los muy ancianos, y el boticario, claro, que es de la cáscara amarga. ¡Porque, contrariamente a lo que creen los de ciudad, las procesiones son para participar en ellas, y no para verlas pasar! Prosigo, que divago y me pierdo. Estábamos en que es todo blanco, y gris y pardo, suave suave, salvo el negro de las boinas. Se oyen apenas las pisadas crepitando en la dura nieve, y la salmodia monótona de las preces (¡preces, eh, qué rico vocabulario el mí­o, coño!). De pronto el monaguillo se detiene. Frente a él aparece un hombre con ropón negro que levanta los brazos invocando al santo. Tras él, pana en los cuerpos y fieltro hasta las cejas, los mozos del pueblo enemigo. El coplero, dejando parados y estupefactos a los procesionantes, alza la voz y declama:

¡Glorioso San Sebastián!
Si en un invierno tan crudo
te llevan por ahí­ desnudo…
¡en verano qué te harán!

¡Ayva dios! Los gañanes que tiran el santo a tomar por culo y se lanzan contra él; el monaguillo que le salta encima cascándole con el incensario en los morros; y el párroco que, al grito de «¡Hijos de puuuuutaaaaa!» enardece a su tropa mandándolos a la batalla campal contra los vecinos… Allí­ ardió Troya, la de dios es Cristo, la de san Quintí­n. Los garrotes machacaban costillas, las piedras explotaban dientes, las viejas perdí­an el moño, el cabo el tricornio, el boticario la ocasión, y cuentan que no se vio una igual por aquellas tierras desde que a Roldán le calentaran el morro siglos antes.

Lo cual refiero aquí­ para mejor ejemplo de convivencia y espejo en que se miren las generaciones venideras y escarmienten en cardenal ajeno, amén.

¡Hasta dónde llega el poder de la palabra!