Una velada maravillosa



Estaba muy nervioso. Llevaba mucho tiempo soñando con esto, y por fin, lo habí­a logrado. Me habí­a costado í­mprobos esfuerzos, pero al fin me habí­an admitido en el club, y lo mejor de todo es que esa noche iba a poder asistir con todo el grupo a un recital poético. Uno de veras, no por la tele, no, sino en vivo y en directo. Qué nervios. Esta noche se iban a medir dos de los grandes en la arena del Lyceo Vallecano, el Ripio Vallecano, contra el Real Poema, el actual campeón. Sabí­amos que iba a estar muy difí­cil, pero jugábamos con el factor campo, y los aficionados í­bamos dispuesto a darlo todo. Me puse mi terno negro con camisa blanca, me eché al cuello la bufanda con los colores del club, y nada más salir a la calle me encontré con algunos compañeros que se dirigí­an al Lyceo, y que ya vení­an calentitos de la taberna, entonando a pleno pulmón el himno «Con un verso y una perla y una pluma y una flor», que yo, emocionado, secundé con brí­o.
Tení­amos asiento al fondo del gallinero, pero ahí­ es donde mejor se viven estas lides. La gente discutí­a gesticulante sobre quién debí­a salir primero, y sobre si habí­a que atacar duro desde el principio, o ir a verlas venir, y según recitaran los del real, contraatacarles. Se comentaban también los resultados de los recitales anticipados de la ví­spera, con la contundente victoria del Verso Club Barcelona sobre el colista, el Monorrimo Logroñés; y la sorpresa de la derrota en casa del Athletic Versolari de Bilbao contra el Cádiz Murga Club.
-¡Tení­amos que haber fichado a Ripiete, cuando nos lo ofreció el Milonga del Plata! -decí­an los entendidos.
-¡Pero si es un paquete, si no hila un pareado!
-Porque lo suyo es el verso blanco, que no lo entendéis….
-¡Verso blanco, verso blanco… eso en Europa no cuaja, eso va bien para el juego americano, que es así­, florido y vistoso, pero en Europa se juega más disciplinado.
-¡Ahí­, ahí­! muy bien dicho – afirmó mi compañero de asiento, Enrique, que es un poco bruto, pero muy sincero y cabal – Aquí­ esas florituras no cuajan, aquí­ hay que salir a la palestra dominando la lira y el soneto.
-¡Huy el soneto! – terció otro que no conocí­a pero que llevaba el arpa de oro en el ojal – ¡Si ya no quedan sonetistas! Ya ve usted, ahora hacen los sonetos rimando los dos cuartetos con distinta rima ¡dónde se ha visto eso!
-Sí­ señor, muy bien dicho.
Y entre estas y otras expresiones, nos dimos cuenta de que ya estaba la mesa llena, con los rapsodas a ambos lados, los árbitros en medio, atentos a cualquier infracción, y la moneda en el aire. Sacaron ellos.
En fin, no podrí­a contar detalladamente cómo fue el partido, pero desde luego que es distinto que en la tele, aunque aquí­ no repiten los mejores versos, ni las faltas. Pero, ah… el ambiente, el ambiente hace mucho, se respira la poesí­a como no se consigue en casa repantingados con la birra y las patatas. ¡Y los pateos cuando recita el contrario! Oh, es algo épico, un sonido que te pierdes si no estás ahí­ viviéndolo. Se me han quedado algunas estampas en la memoria, eso sí­, claro. Bueno, ahí­ es nada… haber visto a Lorquí­n II metiendo una metáfora sobre el corazón en un poema con los versos finales rimados en esdrújula. ¡Lástima que no jugase con nosotros porque es un artistazo! La gente, bueno, su hinchada, que estaban al otro lado del foro, le gritaba ¡futbolista, futbolista! Qué cosas discurren…
Los nuestros estuvieron bien, el maestro Machadillo aguantó a pie firme, qué presencia de ánimo, y qué bien supo parar unas liras de Campoamores y contrarrestar con un romance épico. Y Paco Quevedón hizo una de las suyas, empezó con lo que parecí­an unos tréboles encadenados y allá que se fue, hasta que lo tuvieron que parar en falta, con unas vozarradas tremendas del Loco Panero, gritando ¡lobotomí­zame! qué bruto, que se lo tuvieron que llevar en camilla, con una angustia vital tremenda. Si es que no sé cómo dejan jugar a ese salvaje. Y que el árbitro hizo la vista gorda, claro, como es del real… La verdad es que estuvo bien y reñido. Al final se impuso la lógica y los millones, claro. Y es que un equipo que se permite el lujo de tener en el banquillo cuatro premios Adonais… pues claro, a los humildes los arrasan, por algo les llaman «los parnásicos». Entre Neru y los extranjeros, Eliot, Quasimodo… ufs… nos bailaron. Que si una égloga, mí­a, tuya, zas, y el pobre de Zorrillita a verlas venir. Y al final el propio Juan Ramón nos metió un soneto ¡con estrámbote! En fin, menos mal que tenemos más moral que el Gongorino. Al final, pitos, palmas, la gente que gritaba «Villenistas, que sois unos Villenistas», «Anda que ni con Benedetti en la banda atináis» y otros insultos por el estilo. Y a la salida, nos largamos todos juntos a «El kiosko de malaquita» a ver si llegábamos a ver el tercer tiempo con las repeticiones.
Es lo que tiene la tele, que no te pierdes el detalle. Yo en la cancha no me enteré de la mitad. Sólo oí­ claramente a Sabi diciendo «…la juventud sólo puede lleganos por contagio», que luego salió en las mejores jugadas. Es lo que más me gusta del programa, tengo toda la temporada grabada. Tengo a Galetti, del Córdoba, en una que dice «Dónde pudo perderse tanto ruido, /tanto amor, tanto encanto, tanta risa / tanta campana como se ha perdido» Esa es buena, eh. Esa se la metió al Real Betis Epistólicomoral y le dio el triunfo. Y unos «Pasos sobre el papel» de Jaimito Siles muy buenos… «Hoy todas las palabras me vinieron a ver», qué bueno es, qué estilazo tiene. Disfruté mucho con una de un chico de segunda división pero capaz de grandes cosas, Tejadilla: «…pasar lista al amor, y, pues no vino / echar el corazón fuera, a buscarlo». Tengo un paradón tremendo de Javi Salvago, hostia, qué manera de cortar: -«Es el amor que pasa. – Pues que llame a otra puerta». Y un regate de Isabelo Escudero muy bonito: «Será verdad el amor /cuando ves pasar la gente / de dos en dos». Qué elegancia. Pero de entre todas, la que más me gusta, aquello con lo que me quedo, es con el juego alegre, siempre oportuno, siempre ahí­, preciso, asistiéndote, de Guillenete: «Amigos. Nadie más. El resto es selva». ¿Y tú de cuál eres?

Una respuesta a «Una velada maravillosa»

  1. Esto me pasa por tener amigos poetastros, aquí­ uno y otro, gata y mago, contando vivencias con las rimas y yo muriéndome de envidia. Pues advertidos quedáis, por no estar no estoy ni en la cantera aún, pero ando aprendiendo, cualquier dí­a os doy un susto.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.